jueves, 21 de junio de 2012

Pedro el Grande 4ª parte




Aunque el Zar Pedro no tiene mucho talento para relacionarse de forma personal con la gente, no tiene problemas para ejercer, de forma involuntaria, una gran fascinación sobre las masas. Algunas partes de su personalidad se parecen mucho a las de Iván el Terrible, quien, desde pequeño, se divertía tirando mascotas desde los altos de la torre del Kremlin. Le encantó presencia como su perro se devoraba vivo al príncipe Shuisky. De adulto, Iván decidió sacarle los ojos a los arquitectos de la catedral de San Basilio para que jamás volvieran a crear algo tan hermoso.



Crueldad para sus amantes:



Afortunadamente las atrocidades de Pedro no se acercan a la brutalidad de Iván, pero al igual que él, Pedro suele emplear violencia súbita y sin justificar.
En el año 1703, al sospechar que su amante, Anna Mons, se había acostado con el embajador sueco, la encarcela con treinta de sus amigos, les arrebata todas las mansiones y terrenos en Moscú, que les había regalado a finales de 1690 cuando iniciaron su relación él y Anna. La pobre mujer fallece el 15 de agosto de 1714, en Moscú.



Anna Mons



A Pedro también le gusta derramar sangre, presenciar torturas  y ejecuciones, haciendo decapitar a otra de sus amantes, la condesa María Hamilton, acusada de infanticidio (aunque en aquella época era una falta menor en Rusia) además de abortar en 1715, tuvo un parto en 1717 y ahogó al recién nacido, también se le acusó de robar algunos objetos a la Zarina. 
El 14 de marzo de 1719 el Zar no sólo asiste a su ejecución, también besa a su ex-amante al pie del cadalso y le ordena que rece en señal de arrepentimiento por su conducta pecaminosa.
Cuando María es ejecutada y su cabeza rueda, Pedro la coge de la cabellera y con toda tranquilidad, explica a los espectadores los órganos que habían sido cortados con la espada*. Después besa el rostro, se santigua y deja caer la cabeza al suelo, ordenando que la metan en formol porque desea ponerla en su colección particular. La cabeza permaneció en la academia de las ciencias de Rusia hasta la llegada del reinado de Catalina la Grande, después, la cabeza fue retirada, no se sabe de su paradero.

* En la antigüedad la forma tradicional de las ejecuciones por decapitación eran las hachas, sólo en casos excepcionales, se dice que por muestras de afecto, se utilizaba la espada. Este "privilegio" también se lo otorgó Enrique VIII a Ana Bolena.




Representación de María Hamilton esperando su ejecución



Modales del Zar:


Durante su famoso viaje a los países europeos, Pedro podía mostrar una extremada educación y una sorprendente grosería a partes iguales.

La cuñada de Luis XIV, mi querida Liselotte, que antaño tanto idolatraba al Zar y así lo mostraba en sus cartas refiriéndose a él como "Mi héroe", cambia inmediatamente de opinión cuando ve la siguiente escena que describe en otra de sus miles de cartas de cartas, a un pariente suyo:


Saint Cloud, 23, noviembre 1721.
La última hazaña del Zar me recuerda a una comedia italiana en la que el Arlequín simula ser un príncipe en na audiencia. En un momento dado, el Arlequín salta sobre el embajador haciéndole caer sobre una pila de gente. Esto es justamente lo que hizo el Zar. Cuando su embajador imperial llegó, el Zar estaba sentado majestuosamente en un trono de plata tras una mesa dorada.
Al término de la audiencia, justo cuando el embajador estaba alcanzando la puerta de salida, el Zar saltó por encima de la mesa dorada y se precipitó sobre el embajador, dándole un susto de muerte. A eso es a lo que yo llamo "arlequinada". Es realmente triste que este monarca se dé a tales rarezas, puesto que tiene buenas cualidades. En mi opinión, ha caído muy bajo.        E.C. Duchesse d'Orleans, pp.271-272.


A lo anterior podemos sumarle otras "proezas" que corren como la pólvora por toda la alta sociedad, por ejemplo, se dice que Pedro ha abandonado de forma repentina una iglesia para asistir a una orgía. Cuando el maestro de ceremonias del elector de Brandeburgo se presenta para recibir sus órdenes, el Zar le arranca la peluca, le elige una mujer y le obliga a "beneficiársela" allí mismo, en presencia de muchas personas que permanecen mudas de la impresión.

Al día siguiente de este hecho, y ante la presencia de una dama que va a cruzar la calle, el Zar la manda detener, Pedro se acerca a ella y le arranca el reloj que lleva colgado del cuello, se lleva su botín sin decir absolutamente nada, quedando la mujer atónita.

La presencia de mujeres hermosas provoca en el Zar un comportamiento "curioso". En presencia de la electora de Sajonia (de la cual dicen que fue una de las mujeres más hermosas y espirituales de la época) Pedro se comporta peor que un camorrista. 
En la comida que le sirven en presencia de tan bella mujer, el Zar no utiliza la servilleta y se limpia los churretones grasientos con la manga de la casaca, maneja el cuchillo de forma violenta, eructa, se ventosea, y como guinda de la velada, obliga a todo el mundo a permanecer cuatro horas en la mesa para seguir bebiendo.
Se dice que el uso temerario del cuchillo en las comidas del Zar es habitual, y no porque el Pedro no sepa usar el cuchillo correctamente, sino porque le encanta ver las caras de terror de los asistentes que le miran.

En uno de esos tensos momentos con el cuchillo, la reina de Prusia Sofía Carlota de Hannover, quería levantarse de la mesa, pero temía por su integridad física,  el Zar se percata y le coge fuertemente del brazo, a lo que ella suelta un grito de dolor. La Zarina no tiene los huesos tan delicados, comenta Pedro de forma jocosa sin pedir ninguna disculpa.



Sofia Carlota de Hannover


Las borracheras de Pedro además de ser peligrosas para los asistentes, lo son para el mobiliario, pues lugar por donde pasa, lugar que arrasa. 
El escritor inglés John Eveleyn lo descubrió él mismo, con buena fe alquiló al Zar y su séquito una elegante mansión. Tres meses más tarde se la encontró con todos los cristales rotos, los cuadros rajados y los muebles pasto de las llamas en las chimeneas, las camas, almohadas y colchones estaban destrozados. El jardín que era su joya mas preciada, es ahora una especie de pantano de barro. Los vecinos contaban a Evelyn que cuando el Zar estaba completamente borracho, le gustaba que le llevasen a pasear por el jardín en carretillo.





Continuará:






Bibliografía:



Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.



Merejkowshy, Dimitri: PEDRO I EL GRANDE.
Rústica editorial. 1910.

Imágenes procedentes de: wikipedia.org

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