jueves, 24 de febrero de 2011

La Princesa Palatina 3ª Parte (de 4)



Aquí estamos una semana más, agradezco de corazón todo el apoyo y críticas constructivas que me vais proporcionando, esos motivos fomentan aún más mis ganas de escribir e investigar historia.
Esta semana he comenzado a escribir con tiempo para dedicarle el mayor número de detalles posible a la vida de la Princesa Palatina, había mucho por escribir, así que de forma definitiva, serán un total de cuatro partes.


Liselotte

Influencias en la corte:


A pesar de todos los lujos de los que Liselotte se ve rodeada, ella siempre manifiesta y prefiere la vida apacible y tranquila, lejos de lo artificial y el bullicio de la corte, viviendo la mayor parte de su larga estancia en Francia en el Saint-Cloud y a temporadas en Fontainebleau.
Es curioso que a pesar de las diferencias que guardan, si bien no oculta que aborrece a su marido, si muestra una gran simpatía por su cuñado, simpatía que es correspondida por Luis XIV hasta cierto momento (que comentaremos más adelante).
El Rey se divierte mucho con la irónica sagacidad de Madame, incluso se ríe con las cartas que envía Liselotte a su familia, contando las "aventuras" de Versalles.
El monarca es condescendiente con las críticas en tono de humor, siempre que no entren directamente a sus asuntos personales.

Os dejo una descripción de Madame sobre Versalles:

Si Su Alteza pudiese ver los grandes cuidados y esfuerzos que hacen aquí las mujeres para volverse repulsivas, estoy segura de que Su Alteza de hartaría a reír. Personalmente, no puedo seguir los dictados de este tipo de mascaradas, pues diariamente los peinados crecen hasta arriba. Creo que terminarán consiguiendo que las puertas se tengan que hacer más altas, ya que de lo contrario las damas serán incapaces de entrar o salir de las habitaciones. (...) Creo que la cola de sus trajes acabará convirtiéndose en una serpiente. No me extrañaría en absoluto que esto le pasase a Grancey (Travesti, amante oficinal de su marido, Monsieur), que ya tiene una víbora en la lengua con la que muerde frecuentemente. (Carta dirigida a su tía, la princesa Sofía de Baviera, escrita en Fontainebleau el 8 de octubre de 1688.)

La amistad entre Madame y el Rey es excelente para envidia de muchos en la corte.
Liselotte se atreve a decir a Luis cosas que a otros les costaría la vida.
Mantiene conversaciones más allá de lo superficial, cosa que agrada mucho al monarca. No cumple los cánones de belleza, por lo que puede tener una amistad plena sin que añadan a Liselotte a su lista de conquistas. A Madame tampoco se le pasa por la cabeza tener ningún tipo de relación con el Rey (ni con nadie de la corte francesa).
En una carta que escribe Madame a una de sus tías tras caerse de un caballo en una excursión con su cuñado, se aprecia muy bien el tipo de amistad que la Princesa Palatina mantenía con él:

Él (Luis) fue el primero en llegar, estaba tan blanco como una sábana; y aunque le aseguré que no estaba herida él no descansó hasta examinar personalmente mi cabeza por ambos lados y comprobar que le había dicho la verdad; también me acompañó a mi dormitorio y se quedó conmigo durante un rato por si acaso yo me mareaba...Tengo que decir que el Rey me demuestra su favor todos los días, puesto que me habla cada vez que me ve y me reclama cada sábado para compartir la "Medianoche"(fiesta con nombre español, privada a la que sólo unos pocos privilegiados podían asistir) con él y la señora de Montespan. Ésta es una de las razones por las que ahora estoy muy "à la mode", cualquier cosa que hago o digo, tanto si es bueno como inadecuado, se admira inmensamente hasta el puedo que cuando decidí lleva mi vieja estola de Marta Cibelina al cuello para combatir el frío, todo el mundo se hizo una igual; ahora las estolas de Marta se han convertido en el último grito. (Carta escrita en Versalles el 4 de noviembre de 1677)




Luis XIV en 1661.


Ruptura de la amistad con el Rey:



Los favores del Rey se interrumpen cuando Madame declara la guerra a las distintas amantes del Rey (a excepción de Luisa de la Vallière, a la cual Madame compadece por el trato que recibe del Rey y Montespan).
Luis XIV muestra una gran tolerancia en casi todos los terrenos, pero no tolera que se cuestione sus asuntos de cama, siendo capaz cortar la cabeza a cualquiera que critique algo sobre el tema, incluida su cuñada.

Aunque al principio Liselotte aprueba las amantes del Rey (habiendo compartido muchas cenas y fiestas con Montespan sin problemas), con el paso de de los días no las soporta. En ese momento, Liselotte que siempre había resultado a Luis muy simpática, pone en cuestión un tema intocable para el Rey como son sus amantes.

Madame escribe gran número de cartas a sus familiares alemanes poniendo a las favoritas del Rey bastante verdes. Describe a Montespan como "la mujer más maligna y desesperada del mundo". Y agrega: "Lo peor es que no puedo discutir del tema con Monsieur, pues en cuanto digo una palabra él corre a contárselo al Rey". (Carta dirigida a su tía, la princesa Sofía, escrita en Saint-Cloud, 14 de abril de 1688).

Cuando Liselotte es derrotada por su antigua amiga, Athénaïs Montespan, escribe una carta comentando el deterioro físico de ésta:

Su piel parece un papel con el que los niños hubieran jugado, doblándolo hasta convertido en la pieza más diminuta; todo su rostro está macizado de arrugas, y el resultado es muy sorprende. (Carta a su tía, la princesa Sofía, escrita en Versalles, 29 de abril de 1701).



La segunda favorita del Rey, Athénaïs Montespan.



Aunque, si la favorita de turno, Montespan, no le agrada en absoluto, Maintenon, tan religiosa y bondadosa, es la que mas enciende la ira de su interior. Madame pierde los papeles con sólo pensar en ella cuando escribe a uno de sus familiares:

Le contarán a usted lo muy bruja y diabólica que es esa vieja ramera, y también le dirán a usted que yo no tengo la culpa de que me odie a muerte, puesto que he hecho lo posible para que nos llevemos bien. Ella convierte al Rey en un ser brutal aunque Su Majestad no sea de naturaleza cruel... También le convierte en alguien duro y tiránico, de modo que ya nada puede conmover su corazón. No creería o se imaginaría usted la maldad de esta vieja. Y todo lo hace bajo un disfraz de piedad y humildad. (Fontainebleau, 10 de octubre de 1693).

Estas jugosas cartas son interceptadas por espías, entregadas al Rey y leídas por la criticada, que naturalmente toma venganza. Maintenon consigue que Luis XIV prohíba la entrada a su cuñada a palacio.



Madame de Maintenon, la única amante con la que Luis XIV se casa (y además en secreto).


Sólo para ayudar a su hijo Felipe en la corte, Liselotte se traga su orgullo y pide disculpas. Logra la reconciliación aunque con bastantes dificultades. El trato con Maintenon es igualmente frio y distante, y la amistad con el Rey jamás volverá a ser como en sus inicios.

Continuará...



Bibliografía:


Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.


Imágenes procedentes de: wikipedia.org

jueves, 17 de febrero de 2011

La Princesa Palatina 2ª Parte



Hola otra semana más, esta vez he tenido cambios de horario y mucho trabajo y apenas he tenido tiempo, por lo que la escritura es corta y seguramente le dedique a La Princesa Palatina otro episodio más para terminar la fascinante descripción de su vida.
Continuo por donde lo dejé la semana anterior.
Disfrutad de la lectura!


Problemas conyugales:



Liselotte en su juventud.


El momento del día en el que debe concebir hijos con su marido trae a Liselotte por el camino de la amargura. Ella lo llama "el negocio", sin añadir, aunque lo piensa, "sucio".
Lo cierto es que al hermano del Rey le repugna el contacto físico con su mujer, el simple roce con su piel, que la obliga a colocarse en el borde de la cama con medio cuerpo fuera, si le toca accidentalmente la zarandea durante media hora, a menudo de cae de la cama.

Con tantos problemas resulta un milagro que Madame y Monsieur lleguen a tener tres hijos. El primero es un niño al que llaman Alejandro Luis de Orleans y muere a los tres años.
Después tienen una niña llamada Isabel Carlota de Borbón-Orleans, Duquesa de Lorena y de Bar que termina casándose Leopoldo I. Madre de Francisco I, emperador del Sacro Imperio y abuela de María Antonieta, Liselotte es por tanto su bisabuela.
Por último consiguen el ansiado varón que supera la edad adulta, al que llaman Felipe (Felipe de Orleáns que 41 años después se convertirá en regente de Francia).


Felipe con 15 años, hijo de Madame y Monsieur



La desafortunada María Antonieta, Biznieta de Isabel Carlota del Palatinado.




Vidas independientes:



Una vez han cumplido con su misión de conseguir procrear un varón, son libres, sin ataduras y hacen vidas independientes. Madame, muy contenta, escribe en una de sus cartas:
Sentí un gran alivio cuando se fue a dormir a su propio cuarto y me dejó tranquilamente en el mío; ahora ya no me caeré de la cama y ya nadie va a regañarme.

Monsieur, por su lado, comparte libremente lecho con sus amantes, a los que Liselotte llama "enemigos" por lo bajo, mientras que en alto les anima: "¡Adelante! Engulle los guisantes que a mí ya no me gustan". (A. Forster, p. XVIII)

Monsieur organiza grandes fiestas que no tienen comparación con ninguna otra, llenas de glamour y de juegos prohibidos, excentricidades y gente de todo tipo (psicópatas, gamberros, borrachos, parásitos sociales, jugadores, busconas, prostitutas baratas). En estos eventos nunca es invitada Madame, ni ganas tiene ella de serlo. El único de los requisitos para los asistentes es adular a Monsieur en todo momento.

Una de las anécdotas más interesantes y macabras sobre estas fiestas es aquella en la que se invita por primera vez al coronel Wallon, quien se alegra por este honor.
El pobre hombre no ha imaginado, ni en su peor pesadilla, la que le espera.
El coronel no ha sido elegido como invitado estrella por su historial militar, sino por su prominente barriga. "El Duque imaginó que sería delicioso comer una tortilla sobre el vientre dilatado del coronel" (J.A. Dulaure, p.45.)
Todos los asistentes están encantados con la idea excepto el coronel, a quien le parece una situación más peliaguda que cualquiera de las guerras en las que ha participado.
Al hombre no le queda más remedio que acceder a la petición del anfitrión, se tumba en el suelo y mostrando una resignación digna de una medalla, pone su gran tripa a disposición de una tortilla humeante. Monsieur y sus invitados se abalanzan para engullirla directamente con sus bocas, las manos en la espalda y los dientes clavándose sobre la tortilla y la carne del coronel. Todos se ríes y encuentran divertidísimos los gritos de dolor de la víctima.

Para poner la guinda a la noche, Monsieur y sus acompañantes deciden ir al hogar de una famosa cortesana que tiene un acogedor apartamento. Allí eligen a una de las prostitutas, y realizan torturas que ellos llaman y ven como juegos. Introduciendo en las partes que "pueden imaginarse" petardos y disfrutando del pequeño fuego artificial que sale de la víctima.

Liselotte no soporta las fiestas que organiza su marido, jamás participa en ella, y prefiere no saber las barbaridades que hacen Monsieur y sus amigotes.



Lado maternal:

En cambio, resulta ser una excelente madre, que no solo cría de forma ejemplar a sus hijos, sino que asume el papel de madre de los hijos del matrimonio anterior de Monsieur (con la difunta Enriqueta).
Liselotte es una madrasta (y madre) muy devota a quien se le hace la boca agua cuando hablan de sus hijos (en especial de su favorito, Felipe).
Ella se encarga personalmente de la educación de todos sus hijos, enseñándoles su ironía, falta de respeto por los valores de la Iglesia y una gran curiosidad por las cosas que les rodean. Lo restante de la educación de su adorado Felipe la deja a cargo del cardenal Dubois.
Felipe cumple con las expectativas y resulta ser un estudiante ejemplar, destacando en todas las materias incluidas astronomía, geometría, diferentes lenguas, además adora la música, el arte y la ciencia.



Liselotte con sus dos hijastras.


Acogiendo a las dos niñas como si realmente fueran suyas.
Cuando una de sus hijastras, la mayor, María Luisa, cumple diecisiete años, es prometida sin su permiso, con Carlos II "el Hechizado".
Tanto María Luisa como Madame se sienten terriblemente tristes por esta jugarreta del destino.
Madame la abraza, llora, y le regala dos de sus más preciados perritos para que le acompañen durante su estancia en el infierno español al que su tío la envía (María Luisa no habla español, Carlos II es considerado el hombre más repugnante del momento, y además está secretamente enamorada de su primo, el hijo del Rey, Luis el Gran Delfín).
Liselotte está completamente desolada y pide permiso para acompañar a su hijastra hasta Orleáns. Allí la despide con grandes abrazos y ríos de lágrimas.

Una vez superada la pérdida, Madame se dedica a montar a caballo y cuidar de sus dos hijos, cuando lo normal en la época es que las mujeres de la corte, parir y desentenderse de la criatura.
A la hora de educar Monsieur colabora lo justo, lo que no impide que a veces tome la iniciativa. Os dejo una descripción de uno de esos momentos en una carta escrita por Madame:

Tras cenar nos sentamos los cuatro (la pareja y sus dos hijos) en un cuarto. Después de un largo silencio, Monsieur, que jamás nos ha considerado una compañía lo suficientemente agradable para conversar, soltó un pedo grande y sonoro. Con toda tranquilidad se volvió hacia mí y preguntó: "¿Qué ha sido eso, Madame?".
Yo me volví hacia él, solté otro de similar tono y dije: "eso es lo que ha sido, Monsieur". Mi hijo entonces pronunció; "Si eso ha sido todo, entonces yo me siento capaz de hacerlo igual de bien que Monsieur y Madame", dicho lo cual despidió uno gordo también. Todos nos echamos a reír y abandonamos la habitación.
(Carta escrita en Versalles el 1 de enero de 1693).

Continuará...



Bibliografía:



Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.

Imágenes procedentes de: wikipedia.org

jueves, 10 de febrero de 2011

Seguimos en la corte Francesa: La Princesa Palatina 1ª Parte

Lo prometido es deuda, como dije la semana pasada, esta vez toca un personaje no muy conocido, fascinante y sin complejos, alguien muy adelantada a su época.
Su nombre es Isabel Carlota del Palatinado, aunque también es conocida como la Princesa Palatina, Liselotte por sus familiares y Madame en la corte francesa.
Como la semana anterior el texto fue un poco largo (once páginas de word) ésta vez lo estoy escribiendo en dos partes (si veo que me enrollo mucho pues serán tres)
Os dejo con mi aporte de esta semana, la primera parte del relato, espero que os guste.



Infancia:


Isabel Carlota del Palatinado nace en el Castillo de Heidelberg, el 27 de mayo de 1652, no se sabe demasiado sobre su infancia aunque para Liselotte fue la mejor época de su vida. El matrimonio de sus padres era feliz parcialmente salvo por el extremado interés en la caza y alguna relación extramatrimonial por parte de su padre con una de sus sirvientas (lo que era muy normal en la época).
Finalmente su padre pidió el divorcio para casarse con la mencionada sirvienta, María Luisa de Degenfeld en 1658.



Liselotte con tres años, retrato de 1655

Aunque Liselotte no volvió a ver a su madre, si que mantuvo el contacto por correspondencia.
A los cinco años enviaron a la pequeña a vivir con su tía Sofía (a la que escribió muchas cartas a lo largo de su vida en Francia, algunas las leeréis aquí), allí fue muy feliz y nunca perdió el contacto con sus hermanas.



Sofía de Wittelsbach, tía de Liselotte (hermana de su padre, Carlos I Luis del Palatinado)

En 1663 Liselotte volvió a su hogar con su nueva madrastra y decidió que quería casarse con su primo Guillermo de Orange (futuro Guillermo III de Inglaterra), pero su familia decidió que sería más ventajoso casarla con el recién enviudado Felipe (de la joven Enriqueta de Estuardo), hermano del Rey de Francia Luis XIV.



Liselotte en su adolescencia


¿Por qué Luis XIV decidió elegir a Liselotte como segunda esposa de su hermano?
A parte de por las alianzas políticas, el Rey francés pensó que como su hermano no estaba muy contento con su antigua mujer, considerada una diminuta flor delicada muy hermosa y femenina, Liselotte era todo lo contrario, ruda, robusta, no muy agraciada y hombruna. No hay que olvidar que el Felipe era homosexual y no lo escondía, exhibiendo sus amantes en público, y cuidando mucho su afeminada vestimenta y maquillaje.




Isabel Carlota del Palatinado a los 19 años.



Rumbo al matrimonio:

Liselotte llega a Versalles un año después de la muerte de su predecesora Enriqueta de Inglaterra. La recién llegada a la corte solo tiene 19 primaveras, a grandes rasgos éste era su aspecto: Pelo rizado, nariz aguileña, frente aplastada, papada, mofletes cubiertos de pecas... Así se describe ella en una de sus cartas:

Mi grasa está mal distribuida, por lo que me sienta mal. Tengo, si se me permite decirlo, un culo terrible y el pecho planos. Para decir verdad, soy horrible, pero tengo la fortuna de no preocuparme de ello.(Carta escrita en el palacio de Marly, 19 de febrero de 1705).


El carácter de esta mujer es jovial, agudo e inteligente y no le gusta lo cínico.

Tras un largo y duro viaje por Heidelberg, sin saber qué aspecto tendrá su futuro esposo, llega a Metz y contrae matrimonio por poderes. El anciano mariscal Du Plessis-Praslin ocupa en el altar el sitio del novio ausente. Después de esto a la novia le toca otro largo viaje a Châlons, donde se encontrará con su verdadero marido.
La pobre Liselotte lleva un mes de viajes en un nuevo país, ha cambiado de nacionalidad, idioma y religión, y además se ha casado con una persona que no ha conocido ni visto, imaginaos el talante con el que llega a su destino.

Llega el momento y los recién casados se encuentran.

El aspecto de Felipe es de lo más cuidado: Su cuerpo cubierto de joyas, los rizos de su peluca ascendiendo tres palmos por encima de su cabeza y desde allí cayendo en cascada hasta la mitad de la espalda, los lazos de su camisa ondeando al viento, altos tacones, labios pintados con carmín y un lunar artificial y muy negro junto a su boca.
La carroza de Liselotte se detiene. La novia baja de la carroza con sus kilos de más y su gusto dudoso en el vestir.



Liselotte de adolescente, con uno de sus famosos vestidos de "gusto dudoso"

A penas puede reprimir un grito ante lo que está viendo. A Monsieur (Felipe) le ocurre lo mismo aunque lo expresa de distinto modo y comenta a sus acompañantes: ¡Oh! ¿Comment pourrai-je coucher avec elle?, lo que viene a significar, cómo pretenden que él se acueste con "aquello". (C.Pevitt, p. 11.)



Felipe de Orleans, Monsieur.


Allí mismo comienzan todas las preocupaciones que ya nunca abandonarán a Liselotte (Madame desde aquel momento).
"Aquí la gente es tan floja y tan vacía como un ganso" escribe al poco de llegar.
En otra carta comenta: "Quisiera gritar. ¡Oh, madre, me gustaría tener paciencia, por favor dame paciencia! Eso es lo que más necesito ahora. (Saint Germanin, 5 de febrero de 1672)

Liselotte tiende al perfeccionismo en los detalles, a la intolerancia y al estupendo concepto de sí misma.
Adora la gloria, otorga inmensa importancia a los detalles y no soporta las chapuzas.
Muy tolerante con los defectos propios y de sus hijos, es muy estricta con la conducta del resto de los mortales.
Se mira en el espejo y aún sabiendo que su imagen se opone a lo que en ese momento considera hermoso, se muestra encantada consigo misma.
Quita importancia a sus defectos empleando un sentido del humor muy agudo.
Ella disfruta bastante riéndose de sí misma. No tiene pelos en la lengua y le cuesta mantenerse relajada.
De carácter contundente y decidida como un hombre, lo que conlleva la fama de ser más masculina que su propio marido (aunque por otro lado eso tampoco es muy difícil).

Ninguna otra mujer habría podido aguantar lo que soporta Madame durante los treinta años que dura su matrimonio.





Isabel Carlota del Palatinado



Vida en la corte:

Monsieur lleva una vida frívola, insiste en llevar a Madame a fiestas que a él le divierten pero que ella odia, la maquilla en un vano intento de volverla más coqueta y guapa, algo que nunca consigue. Ella mantendrá su aspecto orondo y robusto el resto de su vida.
Liselotte adora a las mascotas y siempre va rodeada de un grupo de perritos escandalosos.
Las misas de palacio le resultan muy aburridas, llegando a decir en algunas de sus cartas que son como opio para ella y que no puede conseguir escuchar un sermón sin quedarse siempre dormida.
La encanta escribir, redacta unas treinta páginas al día como mínimo y se conservan más de 70.000 cartas que escribió a sus familiares y amigos a lo largo de toda su vida. Su correspondencia constituye suculentos y divertidos relatos de lo que ocurre en la corte. Os dejo una muestra de cómo describe a su marido y a su cuñado Luis XIV:

No cabe imaginar hermanos más diferentes que Su Majestad y Monsieur, pese a lo cual ambos se aprecian mucho. El Rey es alto, de piel tostada, aspecto viril y tiene una ampulosa y distinguida apostura. La pinta de Monsieur no es innoble, pero su estatura es baja y su pelo, cejas y pestañas son negros en demasía. Tiene la cara alargada y estrecha, la nariz grande, boca pequeña, dientes desgastados, sus maneras son mas femeninas que masculinas y no le interesan ni los caballos ni la caza, pero sí las apuestas, las recepciones, la buena comida, bailar y vestirse; en resumen, todo lo que nos gusta a las mujeres. Mientras el Rey ama cazar, la música, la danza clásica y el teatro, mi marido solo se interesa por la decoración y las mascaradas. Al Rey le encanta ser galante con las mujeres, sin embargo no creo que mi marido se haya enamorado nunca. (París, 9 de enero de 1716. Carta a Karoline de Gales.)

A causa de la sexualidad de Monsieur, la obligación de engendrar herederos se convierte en un reto complicado para ambos cónyuges. Madame cuenta a un confidente que su marido necesita recurrir a los poderes divinos para enfrentarse a sus obligaciones en el lecho:

Traía a la cama un rosario lleno de medallas, con el fin de rezar antes del acto- relata una de sus biógrafas-. Un día Madame escuchó un tintineo de las medallas bajo la manta y preguntó qué era aquello. Ante la negativa de él a explicarse, ella encendió una vela. Monsieur enrollaba el rosario en sus partes privadas. "No me parece adecuado, Monsieur, que honres a la Virgen posando su imagen en las partes que hacen perder la virginidad" (C. Pevitt, p.16.)



Continuará...





Bibliografía:

Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.

Imágenes procedentes de: wikipedia.org

jueves, 3 de febrero de 2011

Estrenando el blog con Luisa de La Vallière

Salud@s a tod@s.
Finalmente me he animado a empezar este blog, tenía muchas dudas con que personaje podía inaugurarlo. He elegido una mujer que no es muy conocida, pero que merece la pena dedicarle unas líneas, intentando explicar la mayor información posible sobre ella, ya que actualmente no hay mucha.
Aunque es conocida por su caminar (como flotando), su extrema delgadez y sus frecuentes desmayos, (muchos dicen que para llamar la atención, yo creo que eran bastante justificados) aguantó mucho y en mi opinión, es digna de admiración.

Ella fue la primera favorita de Luis XIV, que pasó más desapercibida y la que se llevó la peor parte, así pues, empiezo este blog, con Luisa de La Vallière (Louise Françoise de La Baume Le Blanc, Luisa Francisca en castellano), también llamada Sor Luisa de la Misericordia.


Infancia:


Luisa de niña.


Procedente de familia sencilla, su nombre completo era Luisa de la Baume Le Blanc, nació en Tours el 6 de agosto de 1644, perdió a su padre cuando era apenas una niña, y su madre decidió no rendirse y encontrar un marido que pudiera mejorar su calidad de vida. Logró casarse con el barón de Saint-Rémy.
Gracias a este matrimonio el destino de Luisa cambió por completo.
Su padrastro desempeñaba el cargo de Maître d'hôtel cerca de Monsieur (el hermano del Rey Luis XIV), que estaba recién casado con Enriqueta de Inglaterra.
Ella tomó como señorita de honor a la pequeña Luisa, así, la pequeña de origen humilde, pudo hacerse un modesto hueco en la corte francesa.



Enriqueta de Inglaterra, cuñada de Luis XIV

La tapadera:

Todo empezó como un juego. A Monsieur no le interesaban precisamente las mujeres, había sido educado y vestido como una niña, y sus costumbres habían permanecido allí, haciendo un enorme esfuerzo para cumplir sus obligaciones como marido. Enriqueta había tenido algunos amantes (como el conde Guiche, Vardes y Lauzun), pero todos fugaces, tiempo atrás Luis XIV se burlaba de ella por su extrema delgadez, pero al contraer matrimonio con su hermano, había ganado curvas y no tardó el rey en interesarse en ella.
Como en la corte no verían con buenos ojos que el Rey y Enriqueta fueran amantes, para solucionarlo usaron una táctica muy de moda en la época, usar "una pantalla" para hacer ver que su favorita era otra, y así poder estar su cuñada y despistar a los curiosos.
En 1661 deciden comenzar con la tapadera, y para ello deben elegir entre 3 mujeres que están al servicio de Enriqueta: Mlles.de Chemeraoult, de Pons y de la Baume Le Blanc, y resulta elegida por su sencillez, la última, que terminará siendo la duquesa de la Vallière.
En ese momento Luisa tiene diecisiete años y no ha conocido el amor. Su belleza no llama la atención, tiene los cabellos plateados, aunque cojea un poco eso no le impide bailar de forma admirable, y como también le ocurre a Luis XIV, en su cara han quedado grabadas las marcas de una terrible enfermedad infecciosa (Viruela).
En conjunto puede resultar difícil creer que el Rey elija a una mujer de estas características, siempre pendiente de que no le tomaran por un hombre de mal gusto.
Pero con todo eso, la convirtió en su primera favorita.
Bien puede aplicarse el dicho, la suerte de la fea la guapa la desea.
Pero realmente Luisa no es fea (aunque tenga cojera que disimula con una trampa en su calzado). Los historiadores dicen que aunque tenía marcas en la cara, una boca grande y un poco pesados los párpados, era hermosa, y su belleza atraía por el esplendor de su blancura y su sonrosada piel, sus hermosos ojos azules muy dulces, y el brillo de su pelo plateado.



Luisa, representada como la Diosa Artemisa.
(A menudo se duda si se trata de Luisa o Liselotte en su juventud)


Volviendo a la tapadera, se cree que Luisa no era consciente ni se le pasaba por la cabeza que pudiera enamorar al Rey, simplemente su afán de obediencia y servir tanto su señora como al Rey, y con su inocencia y juventud no pudo imaginarse en que podía terminar aquel juego. Se dice también que Luisa ya estaba enamorada platónicamente de Rey cuando le vio en Blois (el monarca iba al encuentro de su futura esposa María Teresa).
Así pues, siendo Luisa la adolescente elegida por Enriqueta (pensando ésta en que la chiquilla no representa amenaza alguna), comienza el juego y el Rey pronto se encuentra con una conquista que no esperaba viendo que su "falsa favorita" aunque muy humilde y tímida, no escasea en encantos.
El Rey con veintidós años no rechaza ninguna conquista, toma el amor de Luisa por un divertimento, y se compromete a una aventura sentimental de la que no se imaginan las consecuencias.


El monarca, que había terminado recientemente con María la sobrina del cardenal Mazarino, había sufrido un desengaño muy doloroso (María simplemente quería ser reina, no estaba enamorada y jugó con los sentimientos del joven Rey).
Al salir de esta relación y encontrarse con el amor dulce y sincero de Luisa, se enamora completamente de ella como pocas veces ocurre en la vida.

Y así una mujer que no parecía que pudiera interesar al Rey (coja y picada de viruela), deja a Enriqueta en segundo plano para ser Luisa la favorita del Rey.

Merece la pena mencionar a Enriqueta por última vez en esta historia. Con mucha dificultad (por lo que mencionamos de Monsieur anteriormente) consigue tener dos hijas que alcanzan la edad adulta (a esto hay que sumarle un pequeño que murió con dos años, y cuatro abortos).
La pobre Enriqueta termina sus días temprano (25 años), triste por lo sucedido con Luisa y se rumoreaba que fue asesinada por un amante muy celoso de su marido.
Al hacer la autopsia se descubrió que su muerte se produjo muy posiblemente por apendicitis.



Romance celosamente guardado:


El idilio empezó en Fontainebleau y fue un secreto ferozmente guardado.
Luisa lo exigía así, por el terrible miedo de al ser conocida su felicidad, ésta desapareciera.
A Luisa todo aquello le parecía un sueño y no quería perderlo por nada del mundo.
El Rey sabía expresar muy bien sus sentimientos, y por ello Luisa escéptica en creer en la larga duración de su dicha, escondía su amor como un avaro esconde su tesoro, temerosa de que se la robaran.
Si Luisa quería permanecer en las sombras, el deseo del Rey era todo lo contrario, sacar a la Luisa de la oscuridad y rodearla de esplendor, y quería que todos conocieran los encantos que había descubierto en ella y que los demás no podían ver.


Luisa de La Vallière con traje de amazona

A partir de estar el Rey con Luisa, éste nunca más volvió a burlarse de las mujeres delgadas como antaño.
Primero el romance permaneció en secreto en Fontainebleau para después continuar en Versalles. Allí Luisa, contra su voluntad, se vio obligada a asistir a todas las fiestas y ser la más brillante en ellas.
En 1662, cumplido el primer aniversario de su aventura, se rindió a Luisa un homenaje. Delante de las Tullerías, un carrusel del que todavía se conserva memoria, el Rey ya no disimulaba su inclinación por la mujer que pronto convertiría en duquesa de la Vallière.
Aún con estas muestras de afecto, mientras vivió la madre del Rey, Ana de Austria, el secreto no fue revelado. Aún así Luisa accedió a las peticiones del Rey y comenzó a llevar espléndidos vestidos, fastuosas joyas, a arreglarse para estar lo más hermosa posible, e incluso a intentar cultivarse intelectualmente con el estudio y la lectura para estar a la altura frente a otras grandes damas de la corte.
En 1664 el Rey dio en Versalles otra memorable fiesta, que representaba una apoteosis de su romance con Luisa, aunque ella continuaba ocultándolo con todo su empeño. Eso no logró impedir que la Reina la descubriera, motivando los celos de María Teresa.


Ese mismo año Luisa quedó embarazada y temió que esto la delatara ante toda la corte.
Su primer impulso fue huir, pero el Rey no estaba dispuesto a estar tanto tiempo separado de su amada y además, una ausencia tan larga levantaría aún mas sospechas, así que decidieron ocultar el embarazo de Luisa todo lo que fuera posible. Para Luisa esto fue un enorme sacrificio, ya que la Reina tenía montado un servicio de espías para estar al corriente de todos los pasos que daba la "supuesta favorita" del Rey. Aún bajo tanta presión, Luisa afrontó la prueba con entereza y supo disimular (también ayudada por su extrema delgadez) su embarazo hasta el final, sin que nadie llegara a descubrir su estado.
Cuando llegó la hora del parto el Rey mandó instalar a Luisa en una casa particular en el Hotel Brión, que estaba cerca del Louvre. Su ministro Colbert y su mujer fueron los encargados de todos los preparativos.
Luis XIV estuvo junto a Luisa durante unas horas del parto, pero no se quedó hasta el final. Y además quería dar la paternidad a uno de sus criados.
No sé sabe el por qué de este gesto por parte del Rey hacía Luisa, posiblemente la mujer que más le amó y le guardó fidelidad hasta su muerte.
Aunque muchos los historiadores que censuran este hecho y piensan que pudo ser su juventud, pero por esa época ya tenía dos hijos de la reina, así que realmente no hay justificación. De todos modos nadie duda del verdadero amor del Rey por Luisa.
El hijo de ambos nació muerto, Luisa asistió muy apenada pocas semanas más tarde a una misa de medianoche, para que su ausencia ya demasiado larga en la corte, no levantara sospecha pública.




Luisa con sus hijos.
(En este cuadro también se la confunde a veces con Liselotte.)


Como en una burbuja:


Entre 1664 y 1667, exceptuando dos abortos, la vida de Luisa es espléndida, llena de triunfos. En 1666 nace su primera hija sana, que en un futuro será la princesa de Conti, después vendrá un niño, futuro conde de Vermandois.
Ya no hay secreto, el romance se hace público, y el Rey hace legítimos sus dos hijos con Luisa, ella es inmensamente feliz, además le ha comprado dos tierras que convierte en ducados, diciendo el soberano en el acta de donación: "De expresar públicamente todo el particular aprecio en que tenemos a nuestra muy querida, bien amada y fiel Luisa de la Vallière, al conferirle los más altos títulos de honor por el afecto singular que excitan en nuestro corazón sus raras perfecciones..."

Esta es la mejor época de Luisa, en la que es convertida en duquesa, pero ella desconoce la vanidad y no le da importancia, ya que ella no desea títulos.
Ella preferiría huir y esconderse con su amor en el rincón más apartado del mundo.
Se da cuenta de todo lo que puede llegar a venir, la invade una profunda melancolía y tiene tristes pensamientos. En esta época manda pintar un retrato con sus dos hijos, y como nos muestra Mignard, aparece completamente seria, hay una inscripción que pone: Sic transit gloria mundi ("Así pasa la gloria del mundo"). Sin duda Luisa no es tonta y se da cuenta de su destino, que ya no queda muy lejano.



Madame Athénaïs de Montespan


Declive:


¿Por qué Luisa llega a esta conclusión? Han pasado 6 años desde que empezó su romance con el Rey, y aunque sigue siendo joven y hermosa (solo tiene 23 años), tiene una nueva rival, la marquesa de Montespan.
Aunque el Rey sigue siendo amable con Luisa, esta se da cuenta rápidamente de que su puesto de favorita corre peligro, ya que Athénaïs es mucho más que una hermosa mujer, de estatura mediana, escultural cuerpo, ojos azules y profundos, una dentadura perfecta y una hermosa melena rubia, a eso se le añade un ingenio agudo y mordaz.
Esto provoca en Luisa unos terribles celos y un complejo de inferioridad, pues sabe que haga lo que haga no puede competir con Montespan.
Solo con compararse con ella se ve deslumbrada, y ve imposible que al Rey no le ocurra lo mismo. Además Athénaïs no trata al Rey como los demás, sino que de igual a igual, una táctica que le dará excelentes resultados.
La pobre Luisa solo puede ver como Athénaïs juega con el Rey, sabiendo el efecto que produce su belleza en los hombres y sigue el camino más corto para llegar a su corazón. Además se dice que la duquesa de Montespan, es aficionada a la brujería y dedica varias horas al día para hacerse más hermosa a base de perfumes, cremas y ungüentos.
El Rey por tanto, resulta una presa muy fácil, y como no quiere renunciar a Luisa, decide llevar a ambas a todas partes, a modo de trofeos, e incluso compartir la misma carroza, sentada una a cada lado.
La pobre Luisa no sabe qué cara pone, y se siente enormemente desdichada.
Se cree que el Rey no renuncia a Luisa, porque mientras Montespan tiene un deslumbrante físico, por su primera favorita siente un amor dulce y tierno que no puede olvidar y no quiere perder.
Si bien el amor verdadero no admite ser compartido, Luisa no se rebela ante la idea de compartir al Rey por que lo ama demasiado y sabe que lo perderá, Montespan por otra parte, también reclama el Rey solo para ella formándose discusiones que el Rey piensa que merecen la pena con tal de retener las dos damas a su lado.


Desesperación:


Así pues, Luisa no tiene más remedio que aguantar las humillaciones y amenazas que la duquesa de Montespan le lanza, hasta que Luisa, harta, huye de la corte y se refugia en el convento de Chaillot. Está decidida a no soportar más el tremendo dolor que ya ha soportado, y desea encerrarse en una celda el resto de su vida, se consagrará a Dios para que le perdone haber amado con locura.

La primera reacción del Rey al enterarse de la fuga de Luisa, es la que tendría un hombre enamorado. Llora y se desespera, se dice que llora tanto que es indudable que La Vallière es la dueña de su corazón y que Montespan será un capricho pasajero. Pero son frecuentes en el Rey estas efusiones. Aún así, tiene un romántico gesto: Monta a caballo, acompañado de tres amigos íntimos, y sale a buscar a la mujer que durante seis años le ha colmado de felicidad.
Como un príncipe azul, Luisa ve llegar a su amado a buscarla sobre su corcel.
Se produce un extraño episodio, por que al llegar el Rey al convento, reclama que le devuelvan a su amada, y la pobre monja que les atiende, muy mayor, niega que Luisa esté allí, el Rey entonces reclama hablar con la madre superiora y dice que si no sale Luisa de allí, prenderá fuego al convento, así que sin ningún remordimiento, suelta su amenaza: O le devuelven a la mujer que ama o arderá el edificio.
Se consigue por tanto, que Luisa vuelva a la corte con el Rey, y este ha quedado satisfecho con su aventura.
La pobre Luisa no tiene ni idea de que las cosas en Versalles siguen igual, y que hubiera sido mejor que se hubiera quedado en el convento. Engañada por el falso gesto de Luis XIV, se llenó de esperanzas e ilusiones, sin darse cuenta de que Montespan y su mala influencia sobre los hombres siguen allí...
Montespan quiso poner al Rey contra las cuerdas, y ser ella la nueva favorita sin que ninguna otra la hiciera competencia. Luisa desconocía esta maldad y no sospechó nada cuando Athénaïs quiso hacerse amiga suya.
Hasta la Reina María Teresa se dio cuenta de que ya sentir celos por Luisa no era necesario, pero sí que preocupó mucho por la nueva relación de su marido con Athénaïs y estaba muy intranquila.
Pronto Luisa se dio cuenta de que Athénaïs solo quiso hacerse amiga suya para humillarla en público más a menudo, e intentar quitársela de en medio con más rapidez, incluso era frecuente los intentos de envenenamiento, cosa que la pobre Luisa desconocía.



Luisa de La Vallière


Cuando Luisa se enteró de que Athénaïs había tenido ya 3 hijos del monarca, en 1671 no lo soportó y volvió al convento de Chaillot.
Estaba muy trastornada por todo el sufrimiento y humillaciones que había seguido sufriendo desde su vuelta a la corte. Esta vez Luisa no estaba convencida de ir al convento, quizá quería que el Rey se diera cuenta de que la estaba perdiendo y ella no quería perderle a él, fue un intento por llamar su atención.
Pero en aquella ocasión fue distinto, ya que el Rey no fue a buscarla, mandó a dos delegados (Colbert y Lauzun) a buscarla en su lugar.
Luisa sabía que si se negaba a volver, ellos se irían a sí que tardó nada en salir del convento una vez más, y volver con ellos, junto a su amado Luis.
Después de ese episodio siguieron para Luisa tres años más de suplicio, el Rey ya no disimulaba su desapego, y a penas la visitaba. Pero si la obligaba a seguir viajando con ellos en la misma carroza, y a ejercer de "pantalla o tapadera" como debía hacer antiguamente con Enriqueta, para tapar el idilio entre el Rey y Montespan, ya que ella estaba casada (Aunque su romance con el Rey todos lo conocían) y el marido se tomaba su adulterio con mucha filosofía.

La triste abandonaba, se prestaba a hacer de tapadera, con el corazón hecho trizas, con tal de poder pasar unos momentos con su amado, incluso la pusieron al servicio de Montespan, teniéndola que ayudar a vestirse y peinarse, como una criada mas.
La princesa Palatina, nos cuenta que la trataba realmente mal en público, obligando al Rey a portarse de la misma forma. Tenía el Rey un hermoso podenco, llamado Malice y a menudo lo llevaba consigo. Y por instigación de Montespan, más de una vez le arrojó al perro, mientras le decía: "Tomad, señora: éste es el compañero que os corresponde."
Aunque según comenta la princesa Palatina, más duro era ver pasar de largo al Rey por su habitación, para reunirse con su nueva favorita. Pero Luisa sufría todas estas humillaciones con admirable entereza y paciencia.



Batalla perdida:

Se cuenta que el punto y final de la relación de Luisa con el Rey, no ocurrió en privado, sino delante de la mismísima Reina.
En una de las correrías del Rey (viajes en carroza), se encontró la duquesa de la Vallière con que Luis XIV se había separado de su séquito, para alcanzar a la tropa, llevándose con él a Montespan. Luisa, muerta de celos, olvidó que estaba delante de la Reina y de sus damas de honor. Sin poder contenerse, hizo enganchar su carroza y partió a galope lo más rápido que pudo en persecución del monarca y su favorita. Nada consiguió con alcanzarlos, y había montado un escándalo que la puso en grave evidencia. El Rey la recibió con una glacial sonrisa y ella comprendió que lo había perdido para siempre.
A partir de este terrible hecho, ella solo pensó en volver a un convento para el resto de sus días. Pero esta vez lo haría son serenidad, sin precipitarse, para dejar el porvenir de sus hijos, familiares y amigos lo mejor posible.
Ella le dijo a madame de Maintenon-, Cuando esté en las Carmelitas, me acordaré de lo que esa gente me ha hecho sufrir. Al menos nunca supo que Montespan intentó envenenarla...


Sor Luisa de la Misericordia:


Luisa, sin quitarse la idea de vivir el resto de sus días en un convento, quiso despedirse del Rey. Este fue cruel y tuvo mal gusto, porque la invitó a cenar que nada menos, a la casa de Montespan. Fue la última vez que estuvieron juntos.
Al día siguiente asistió a la misa de palacio, probablemente para dirigirle una última mirada a su amado, que partía a la guerra. Era el veinte de abril de 1674.
Terminada la misa, la duquesa por uno de sus impulsos, echó a correr y se arrojó a los pies de la Reina, sin parar de llorar la suplicaba perdón.
Al Rey no le gustó el espectáculo dado por Luisa, el pensó que lo hizo adrede, ya solo sentía por ella piedad, nada más.
Ingresó en el convento dos meses más tarde.
En junio de 1675, transcurrido un año, hizo su profesión, recibiendo el velo negro de manos de la Reina, llamándose desde entonces Sor Luisa de la Misericordia.
Sólo tenía 31 años, viviría el resto de sus días entregada a sus oraciones y a las costumbres más pobres.



Sor Luisa de la Misericordia


Bossuet, el filósofo y gran orador sagrado, veía en la duquesa de la Vallière la primera de sus penitentes, descubrió en ella una sincera y auténtica vocación religiosa. Durante la crisis de Luisa al entrar al convento, él la ayudó y no dejó un solo día de confortar su espíritu. Seguramente él fue quien se encargó de dar la noticia a Luis XIV, que no se conmovió, demostrando con su silencio lo conforme que estaba con la situación. La corte quedó sorprendida, ya que esperaban una reacción distinta. Aunque realmente no había motivo para la sorpresa, ya que el Rey deslumbrado con Montespan, y ésta estaba pletórica por haberse salido con la suya y ganado la batalla.

El Rey no intentó verla nunca más, pero la Reina que sentía ahora por ella una profunda simpatía, la visitaba con frecuencia. Algunas damas de la corte como la duquesa de Orleans (Liselotte), que la seguían visitando, decían que no había perdido ni un ápice de su belleza, - "Tiene los mismos ojos y la misma dulce mirada", pese a la mala alimentación y la austeridad.

Se cuenta que dedicaba la mayor parte de su tiempo a la plegaria y que lavaba y zurcía la ropa de sus hermanas en religión, que sus ayunos y vigilias eran constantes, que dormía sobre unas tablas, y que muchas noches se levantaba para continuar sus oraciones a solas con Dios, clavada de rodillas en el suelo.

Cuando las damas que la visitaban le preguntaban si no echaba de menos la vida en palacio contestaba: "Aquí tengo todo lo que necesito, que es muy poco, y además estoy contenta".

Al comunicarle la muerte de su hijo, el conde de Vermandois, lloró mucho, pero paró súbitamente, y exclamó: "Es demasiado llorar la muerte de un hijo cuyo nacimiento no he llorado bastante".

Luisa además, escribió: Reflexiones sobre la misericordia de Dios, del que se hicieron muchas ediciones. Al leerlo se puede ver que su autora puso en el amor divino la misma sinceridad apasionada que antes había puesto en el amor humano.

Murió el siete de junio 1710 después de 36 años de vida religiosa.
Se comprende que muriera a causa de un exceso de penitencia.

Como apunte final. Luisa a parte que ser la mujer que mas amó a Luis XIV, fue la que le dio un descendiente más longevo, ya que María Ana de Borbón es la que más tarde murió de todos sus hijos, a los 72 años de edad.


Bibliografía:

Juan Cabal: Como las estrellas, cinco vidas femeninas, Ana Bolena, Catalina Howard, Luisa de la Vallière, La Emperatriz Josefina y Mme. Récamier.
Editorial Juventud, S.A. 1943.

Imágenes procedentes de: wikipedia.org


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