jueves, 29 de septiembre de 2011

Pedro el Grande 2ª parte








Reinado:




Pedro toma las riendas de Rusia a los 24 años, gobernará en solitario durante veinte años.

Viaja más que cualquier otro Zar que haya tenido Rusia hasta la fecha. Visita Inglaterra, Alemania, Francia y Holanda, aprendiendo lo máximo posible en cada uno de sus viajes. Aprende con facilidad a hablar con fluidez el alemán y holandés. Causa una terrible envidia en su rival, LuisXIV, quien no aguanta que nadie le haga sombra.
Su cuñada, Liselotte, escribe este relato de la visita que hace Pedro a Francia:

Septiembre 1697. De encontrarse el Zar en tiempos difíciles jamás se moriría de hambre, pues es diestro en catorce artesanías diferentes. Nuestro gran hombre (Luis XIV) se mofa de él por trabajar con un naviero holandés y ayudarle personalmente a construir barcos. Pero cuando se ha enterado de cómo navegan los galeones que ha construido, le ha perdonado y ha dejado de pensar que pierde el tiempo en trivialidades sin sentido. Cartas de la Duquesa de Orléans, pp. 102-103.

Unos años más tarde agrega:

Hoy he tenido la importante visita de mi héroe, el Zar. Le encuentro muy bueno en el sentido en el que nos gusta llamar bueno a alguien, es decir, cuando nos parece informal y desprovisto de afectación en sus maneras. Es extraordinariamente inteligente y, aunque habla con un alemán entrecortado, lo que dice es muy interesante y se hace entender de maravilla. Se muestra educado con todos y aquí es extremadamente bien aceptado. Cartas de la Duquesa de Orléans, pp. 102-103.





Pedro en 1698



En sus viajes por Europa, Pedro descubre cuanto asco le dan sus costumbres rusas, como por ejemplo, llevar tanto vello facial, esas espesas barbas que tanto les caracterizan. Decide contagiar su entusiasmo por la depilación facial a sus súbditos y le importa bien poco la multitud de críticas que recibe por esta decisión. El propio Pedro siempre va bien afeitado, luciendo un cuidado bigote.

Pero para los rusos, sus barbas significan mucho más que una mata de pelo como opina el Zar. Para ellos simboliza su afán religioso, pareciéndose un poco más a su querido mesías. Pedro ve aquello como algo más bien prehistórico y hace oídos sordos a la orden que dio Iván el Terrible:

Afeitarse la barba es un pecado que la sangre de todos los mártires nunca podrá redimir. Afeitarse es desafiar la imagen del hombre creada por Dios.

Así pues, los rusos, por sus fervientes creencias religiosas, conservan, sin ningún tipo de acicalo ni cuidado su espesa barba a lo largo de toda su vida.

Pedro ve todo aquello como algo asqueroso y además, poco higiénico, ya que algunas barbas llegan hasta el ombligo. Consigue una cuchilla y en una recepción de su propio palacio decide afeitar sin permiso, y a algunos por la fuerza, el rostro de sus invitados, la mayoría no tenía el rostro despejado desde la infancia.

Días más tarde Pedro crea un decreto para prohibir la barba y hace que circule rápidamente por todo el país.
Esta ley da a los soldados derecho a afeitar a todo aquel que lleve barba, a excepción de cardenales o gente muy devota, no serán afeitados pero tendrán que pagar un impuesto.
Los indultados deben llevar visible un medallón de bronce que solo obtendrán al pagar el mencionado impuesto.

Aún con ese indulto, Pedro no resiste observar un rostro poblado de bello, un testigo asegura que:

El Zar Pedro no resiste arrancarles la barba de raíz con tal fuerza que parte de la piel se va detrás.


Además de viajar, aprender idiomas, otras culturas y cuidar la imagen, a Pedro siente fascinación las ciencias, las artes, la arquitectura y la ingeniería, dejando de lado la fascinación que levanta entre todas las mujeres con las que se cruza.

Pedro se siente extasiado al visitar Versalles y sus fastuosos jardines, Ámsterdam y sus espléndidas colecciones. Una colección le llama la atención especialmente. Está compuesta por mil trescientos fósiles de animales, plantas y embriones conservados en perfecto estado. 40 años tardó en reunirla el prestigioso médico Ruysch. Pedro la examina varias veces con gran detalle, hasta que finalmente la adquiere para su uso y disfrute personal, por una gran suma de dinero. Después la envía con gran cuidado, por barco, a San Petersburgo.

Pero desgraciadamente la valiosísima colección no llego demasiado bien, muchos rumores cuentan que los marineros rompieron numerosos frascos para beberse el alcohol que contenían para conservar los embriones y otras piezas.


El Zar posee también otra colección que aprecia especialmente, compuesta por animales terrestres y marinos de las Indias de Oriente y Occidente.

El lugar que elige Pedro para guardar tan valiosas colecciones es la Academia de las Ciencias de San Petersburgo, allí, varios días a la semana, desde el amanecer, observa sus tesoros y pierde la noción del tiempo.

Es tal su afición, que en uno de esos ratos de paz en su museo, un canciller informa a Pedro de que el embajador de Viena está a punto de llegar, Pedro se niega a salir de allí e indica que el embajador será recibido allí mismo, el canciller le sugiere que sería más apropiado el Palacio de Verano, pero Pedro no cambia de parecer y comenta: Viena le envía para verme a mí, no para que haga turismo por uno de mis palacios. Aquí puede decirme lo que su país le ordena que me diga.


Al poco rato, el embajador se reúne con Pedro, encontrándole con una lupa en la mano, son nada más y nada menos que las cinco de la madrugada.





Pedro en 1710





Afición por la cirugía:




Hay algo que entusiasma más, si cabe, a nuestro peculiar Zar. Siente una curiosidad y fascinación sin límites por todo lo relacionado con las ciencias, en especial, las operaciones quirúrgicas. Ordena que se le avise de todas y cada una sin importar la hora y el lugar, siempre quiere estar en primera fila para observar y aprender.

En poco tiempo, para de mirar a participar el mismo en la operación.
Pedro se entera de que un forúnculo enorme atormenta la vida de una pobre mujer, es la señora Borst, mujer de un comerciante holandés acaudalado.

Nadie se atreve a operar a la mujer y ella tampoco está muy por la labor, pues como es normal en la época, teme morir en el intento y prefiere estar viva y sufrir, que no tener la dolencia y estar muerta.

Pero el Zar no acepta un no por respuesta, de nadie. La mujer observa aterrorizada como Pedro, de dos metros de altura, entra en su habitación con el maletín de herramientas preparado para operar.

El absceso que tanto molesta e importuna a la mujer, resulta estar en el trasero (motivo por el cual siempre está en cama y lleva meses sin andar), con toda la valentía que le queda, aguantando el pudor, muestra al Zar la zona y cierra con fuerza los ojos hasta que el Zar termina con la intervención quirúrgica.
Los testigos aseguran que Pedro es diestro usando el instrumental, manejándolo con gran elegancia.

Aunque al día siguiente la señora Borst pudo sentarse y parecía que se iba a recuperar.
72 horas después muere por una complicación postoperatoria. Para consolar al afligido marido, el Zar paga y preside un funeral de gran pompa que el mismo dirige.


A pesar de las muertes, a las que él llama contratiempos, el Zar nunca pierde las ganas de seguir intentándolo y va a todas partes con dos maletines a rebosar de instrumental, uno matemático y otro quirúrgico, por si acaso se tercia la ansiada ocasión de volver a operar a alguien.






Continuará:






Bibliografía:



Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.


Merejkowshy, Dimitri: PEDRO I EL GRANDE.
Rústica editorial. 1910.

Imágenes procedentes de: wikipedia.org

jueves, 22 de septiembre de 2011

Pedro I de Rusia, conocido como Pedro el Grande. 1ª parte







Hola de nuevo. Me ha costado un poco decidirme por el siguiente personaje.
El siguiente relato, al igual que con la Condesa Báthory, contiene lenguaje explícito y hechos bastante fueres, en ocasiones crueles. No es apto para todo el mundo.
Finalmente he optado por elegir a otro miembro de la fascinante dinastía Romanov. Se trata de Pedro I, también conocido como el grande, no sólo por su increíble altura, también por sus numerosos y magníficos logros.

Pedro fue el quinto Zar de los Romanov (Nicolás II fue el último), sus logros son dignos de mención al igual que su crueldad, bajo mi punto de vista comparable a la de Iván el terrible. Os dejo una imagen con el árbol genealógico de los Romanov y comenzamos con la fascinante vida de Pedro.










Una infancia dura:




Pedro nació en Moscú el 9 de junio de 1672, en catorceavo lugar, era el primer y único hombre que dio a luz la segunda esposa de su padre, el Zar Alexis.




El Padre de Pedro, Alexis I


La primera esposa de Alexis fue María Miloslávskaya, que dio a luz 13 hijos aunque sólo 3 llegaron a edad adulta. María muere y el Zar decide casarse de nuevo.
La segunda esposa, madre de Pedro, se llamaba Natalia Naryshkina, que le dio al Zar otros 3 hijos más, sumando un total entre los dos matrimonios de 16, los pequeños fueron Pedro, Natalia y Fiódora.




La madre de Pedro, Natalia Naryshkina



Para desgraciada de Pedro, sus 13 hermanastros no fueron su familia sino más bien una amenaza constante.

Al cumplir Pedro los 4 años, su padre, el Zar, muere, aunque Pedro es muy pequeño, ya siente pánico por su padre. No se sabe muy bien como trataba al resto de sus numerosos hijos, pero al pequeño Pedro le dio violentas palizas y le arrastraba por los suelos tirándole del pelo. Sus hermanos mayores, al ser hijos de la primera esposa de Alexis, odiaban a Pedro por ser fruto de otra mujer y también le maltrataban.

Después de morir el Zar, ocupa el trono el mayor de sus hijos Fiodor III (también conocido como Teodoro III), éste es muy joven, apenas tiene 14 años, como es común en la época, fallece prematuramente después de llevar seis años en el trono, a los 20 años, no deja ningún heredero, aunque estuvo casado en 2 ocasiones. El turno es para el hermano menor de Fiodor III, Iván V, con tan solo 15 años. La gente le llama "El muy simple". Tiene graves deficiencias psíquicas y mentales, el gobierno ruso decide que aparte de Iván V, reine también su hermanastro Pedro que ya ha cumplido 9 años.

Los dos niños se sientan en tronos iguales, y sus coronas y cetros son gemelas. Pedro está realmente entusiasmado con el cargo y pone gran interés en aprender cómo ser un buen Zar, pero su hermanastro Iván es todo lo contrario, un largo hilo de baba cae frecuentemente de su boca y precisa ayuda constante.
Pero los chicos no están solos, pues Iván V es en realidad una marioneta de su hermana mayor, Sofía.

La joven Sofía es otra de las hermanastras de Pedro, tiene 25 años. Se encarga de gobernar Rusia, usando a su hermano Iván. Un ejemplo de su poder es que en las monedas figura su retrato por una cara y la de su hermano y su hermanastro por otro.







Rublo ruso, Iván V y Pedro en una cara, Sofía en la otra, año 1685



Una de las leyes que decide retirar Sofía, es aquella que condena a las mujeres a ser enterradas vivas por cualquier delito cometido, según desearan los jueces, la población femenina rusa agradece enormemente esta medida a Sofía.
También decide contratar arquitectos para edificar hermosos edificios de piedra.
Sofía siente un enorme odio hacia la segunda esposa de su padre, Natalia, la madre de Pedro. Como a ella no puede ni acercarse, decide hacerle la vida imposible Pedro, con tan sólo 10 años apenas podía defenderse, aunque no olvidará todo lo que el sufrimiento que le provoca su hermanastra durante siete largos años.

Sofía que ve a Pedro como un rival para su hermano Iván y decide buscarle una esposa para conseguir un heredero. Dicha mujer encargada de tan peliaguda tarea es Praskovya Saltykora 1664-1724. Consigue dar a luz cinco hijos, a pesar de que su marido no se tiene en pie y a penas articula palabra.
Aunque los dos varones mueren y sólo sobreviven tres mujeres, la última, Praskovya nace "tarada" como su padre. Las dos hijas mayores Catalina y Ana tendrán un excelente futuro, especialmente Ana Ivánovna que llegará a ser Zarina de todas las Rusias 37 años más tarde.





Adolescencia:



Durante los siete años que Sofía comparte reinado con Iván y Pedro, ésta se dedica a hacer la vida imposible su hermanastro de todas las maneras posibles, incluido el intento de asesinato.

Para intentar quitarlo de escena, le envenena la comida y bebida en numerosas ocasiones, aunque no consigue matarlo, si le provoca dolores y problemas que el pobre Pedro arrastrará toda su vida.

A causa de los ataques psicológicos y los envenenamientos, Pedro sufrirá cansancio, úlceras, problemas de riñón y fiebres recurrentes. Pedro se da cuenta de todo y pasa la noche en vela por si Sofía intenta algo de nuevo, presa e los nervios, cuando consigue conciliar el sueño se sacude entre espasmos y pesadillas que sufrirá el resto de su vida. No querrá volver a dormir sólo, da igual quien lo acompañe (mujeres, soldados, sirvientes, etc.).

En agosto de 1689 a los 17 años, no aguanta más el acoso de su hermanastra y huye al monasterio de Trinidad y San Sergio. Con su ausencia los rusos se dan cuenta de que Pedro ha hecho una excelente labor, mucho mejor que la que hizo cualquiera de sus hermanastros, y claman a favor de Pedro para que vuelva y sea Zar en solitario. Un grupo de oficiales y hasta el propio Iván V, aclaman a Pedro como el único Zar de todas las Rusias. Por su parte, Sofía manda algunos boyardos y al Patriarca al monasterio donde se encuentra su hermanastro, solicitándole que se reuniera con ella en el Kremlin, él rechazó la invitación pues no se fiaba de ella.
Pedro solicita la pena de muerte para Fiódor Shaklovityi y el exilio para Vasili Golitsin (primer ministro nombrado por su hermanastra), ambos partidarios de Sofía y organizadores de su intento de proclamarse Zarina y derrocar a sus hermanos.


Ante tal amenaza para el gobierno ruso, Pedro finalmente vuelve y toma las riendas de Rusia junto con Iván V, y por fin ejecuta su venganza, encierra a Sofía en el Monasterio Novodévichi con arresto domiciliario por alta traición, ya que intentó asumir el trono en solitario y derrocar a sus dos hermanos. Le ordenaron que se hiciera monja, pero se negó.
En 1696 Iván muere y Pedro es proclamado como único Zar, éste ya tiene 24 años y sobrada experiencia.







Sofía, recluida en el convento, con las cabezas de sus partidarios colgadas en su ventana.




Las monjas tienen orden de no ver a Sofía, excepto el día de Pascua. En 1698 hubo otro intento de usurpar a Pedro el trono, eran los mismos partidarios que antaño. Fueron ejecutados y sus cabezas fueron exhibidas en la ventana de Sofía como recordatorio de cómo podía acabar si no tomaba los hábitos de monja. Sofía accedió, murió seis años más tarde en 1704.





Continuará:





Bibliografía:



Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.


Merejkowshy, Dimitri: PEDRO I EL GRANDE.
Rústica editorial. 1910.



Imágenes procedentes de: wikipedia.org

domingo, 4 de septiembre de 2011

Rasputín y los Romanov 12º Parte








El final:




En el sótano, Rasputín seguía tumbado boca arriba, tal como lo había dejado Lazovert. Yusupov atravesó cautelosamente la habitación y lo miró fijamente. Se arrodilló junto al cuerpo, miró por encima del hombro y desabrochó el pantalón de Rasputín. Empezó a tirar de él para bajárselo. En ese momento, el cuerpo se crispó. Yusupov miró la cara y gritó. Los ojos de Rasputín estaban abiertos y miraban enfurecidos a Yusupov. De una sacudida, se incorporó y se arrodilló. Cuando Yusupov trató de alejarse rodando, Rasputín lo agarró por el cuello. Yusupov soltó un aullido y peleó como un gato. De pronto, se encontró libre nuevamente. Rasputín había vuelto a rodar y estaba boca arriba nuevamente, con los brazos en cruz y los ojos cerrados. Yusupov subió a toda velocidad y encontró a Purishkevich en el pasillo.

-¡Está vivo! ¡Todavía está vivo!

Yusupov se volvió y vio a Rasputín subiendo las escaleras a gatas. Al divisar a los hombres arriba, empezó a gritar y rugir; no eran palabras, sino más bien los sonidos que habría emitido un toro herido.

-¿Dónde está el revólver? -preguntó Purishkevich y entró corriendo en la habitación.




El Diputado Vladimir Purishkevich


Rasputín llegó al último peldaño de la escalera, se puso de pie tambaleante y corrió hacia una puerta lateral. Ésta se abrió y entró un hálito de aire nocturno. Purishkevich regresó, blandiendo el revólver.

-¿Dónde está?

-Afuera, en el patio.



Purishkevich salió, seguido de los demás. Rasputín gateaba a duras penas por la nieve en el jardín gritando: ¡Félix Félix, se lo contaré a la Zarina!



El patio del lugar donde Rasputín fue asesinado, se aprecia en la nieve los lugares donde se arrastró


Purishkevich disparó tres veces para intentar detenerle, solo el tercer disparo alcanzó a la víctima en la espalda. Rasputín cayó boca abajo, se convulsiona violentamente agitando la cabeza hacia delante y atrás, Purishkevich se acerca y le propina una fuerte patada en la sien para asegurarse de su muerte (algunas versiones cuentan que no fue una patada sino un tiro, pero esto hubiera supuesto la muerte inmediata de Grigori, y en las fotos de su muerte no se aprecia el tiro en la cabeza).

Un momento más tarde, un policía apareció en la entrada.

-¿Qué ocurre?

Yusupov se acercó apresuradamente al policía, que lo reconoció.

-¡Ah, es usted, alteza! Escuché disparos.

Yusupov lo agarró del brazo.

-Sí, no fue nada. Sólo un convidado tonto que está tratando de enseñarnos cómo mató a un oso de cerca.

Se echó a reír, pero sentía que se entrecortaba su voz. Agarró al policía del brazo y lo llevó a la calle.


-Realmente, no hay de qué preocuparse. No queremos un escándalo...

El policía saludó rápidamente.

Para entonces, había varias personas más en el patio. Eran los sirvientes de Yusupov. Purishkevich se encontraba de pie junto al cuerpo tumbado.

-Creo que sigue vivo. Acaba de moverse -dijo.

-Metámoslo en la casa -sugirió Yusupov.

Llevaron el cuerpo al comedor y extendieron periódicos en la alfombra con el fin de evitar las manchas de sangre. Mientras lo hacían, alguien tocó el timbre de la puerta. El sirviente entró y susurró a Yusupov:

-Hay un policía en la puerta... quiere verlo.

Era el mismo que vieron en el patio.

-Mire, señor, lo lamento, pero creo que debo pedirle más detalles. No puedo regresar y...

Se interrumpió, sobresaltado, cuando Purishkevich salió corriendo de la sala y lo agarró del brazo.

Los ojos del hombrecillo centelleaban.

-Hombre, ¿ha oído hablar de Rasputín? -preguntó con voz tensa y aguda.

El policía asintió con la cabeza.

-¿El hombre que ha estado traicionando nuestro país con los alemanes, el amante de la emperatriz?

Yusupov intentó interrumpir, pero Purishkevich alzó la voz.

-Bueno, pues está muerto. Lo hemos matado. Yo soy Vladimir Mitrafanovich Purishkevich, miembro de la Duma. Lo matamos para salvar a Rusia. Y si usted es un patriota, no dirá una palabra de esto. ¿Entiende?

El policía volvió a asentir con la cabeza, demasiado asombrada para hablar. El comportamiento de Purishkevich hacía pensar que estaba borracho.

-¡Ahora, déjenos hacer nuestro trabajo!

El policía permitió que lo sacaran por la puerta principal.

-¡Ahora sí que la has liado! -exclamó Yusupov-. Más vale que lo arrojemos al río en seguida. Tendremos la mitad de la policía aquí en un minuto.

La obvia histeria de Purishkevich lo hacía sentir calmado y superior. Entró en el estudio y sacó una porra del escritorio.

-¡Esto es por si acaso vuelve a despertar!

Mientras hablaba, Dmitri Pavlovich gritó: -¡Félix! ¡Rápido! ¡Está vivo! 



El Gran Duque Dmitri Pavlovich Romanov


Rasputín luchaba por sentarse y con las manos arañaba el periódico que tenía debajo. Tenía la cara cubierta de sangre y una mejilla sangraba donde Purishkevich le había dado la patada en el jardín. Con un grito de rabia, Yusupov se abalanzó sobre él, le golpeó violentamente con la porra, gritando:

-¡Hale! ¡Toma esto! ¡Esto hará que te acuestes!

Rasputín se derrumbó sin emitir sonido. Yusupov permaneció inmóvil encima de él, atacándolo con la porra.
Finalmente, Dmitri Pavlovich lo agarró del brazo.

-Basta. Está muerto. ¿Quieres llenarte de sangre?

Yusupov soltó la porra, se volvió y empezó de pronto a llorar histéricamente. Entonces se volvió otra vez y miró el rostro apaleado, que ya parecía totalmente inhumano, y se desmayó. Purishkevich se dirigió a los sirvientes, que se encontraban en el umbral de la puerta.

-Consigan una manta y envuélvanlo. ¡Apresúrense! La policía podría llegar en cualquier momento.

Lo arrastraron por los pies, con la cabeza golpeando los escalones, dirigiéndose hacia el coche.

Llegaron al río Neva, el Gran Duque Dimitri y Purishkevich tiran el cuerpo a las gélidas aguas, tres días más tarde unos transeúntes que paseaban encuentran el cuerpo de Rasputín.



Cuerpo congelado de Rasputín, recién sacado del río Neva, sus brazos en alto muestran que estuvo consciente e intentó escapar hasta el final









Los asesinos olvidaron atar a Rasputín con algún objeto pesado para que se hundiera. Días más tarde los asesinos confiesan alegando: "perpetramos el asesinato en un arrebato de locura patriótica". Dimiti y Félix no volvieron a hablarse, tampoco fueron juzgados por matar a Rasputín. De hecho años después su hija, María, demandaría a los asesinos, que incluso publicaron libros creyéndose auténticos héroes.

Lo cierto es que lo campesinos lloraron la muerte de Rasputín, pero en general, para toda Rusia, la muerte de Rasputín fue un alivio.

La Zarina no tardó en enterarse y se mostró destrozada y guardo luto por la muerte de Rasputín, el zar fue inmediatamente a San Petersburgo para consolarla.



La Zarina de Luto por la muerte de Grigori

Dos días después, Rasputín fue enterrado en el parque imperial de Zarkoé Selo, le falta menos de un mes para cumplir 48 años. Para entonces, María había encontrado la carta de su padre, en la cual predecía su propia muerte, y se la entregó a la zarina como se le había indicado:


La carta decía:


“El espíritu de Grígori Efimovich Novhyk de la aldea de Pokrovskoé. Escribo y dejo la presente carta en San Petersburgo. Tengo la impresión de que dejaré esta vida antes del primero de enero. Deseo hacer saber al pueblo ruso, a Papa, a la Madre rusa y a los niños, a la tierra de Rusia, lo que deben comprender. Si me matan unos asesinos comunes y particularmente mis compañeros campesinos, vos, zar de Rusia, no tenéis nada que temer, permaneced en el trono y gobernad, y vos, zar de Rusia, no tendréis por qué temer por vuestros hijos, pues reinarán durante cientos de años en Rusia. Pero si me asesinan unos boyardos, unos nobles y si derraman mi sangre, sus manos permanecerán manchadas con mi sangre, no podrán lavarse mi sangre de las manos en veinticinco años. Se irán de Rusia. Hermanos matarán a hermanos y se matarán mutuamente y se odiarán y, durante veinticinco años, no habrá nobles en el país. Vos, zar de la tierra de Rusia, si oís el repicar de una campana que os diga que Rasputín ha sido asesinado, debéis saber esto: si fueron vuestros parientes los que causaron mi muerte, entonces nadie de vuestra familia, es decir, ninguno de vuestros hijos o parientes vivirá más de dos años. El pueblo ruso los matará. Me voy y percibo la orden divina de decir al zar del pueblo ruso cómo ha de vivir si he desaparecido. Debéis reflexionar y actuar con prudencia. Pensad en vuestra seguridad y decid a vuestros familiares que he pagado por ellos con mi sangre. Me matarán, ya no formo parte de los vivos. Rezad, rezad, sed fuerte, pensad en vuestra bendita familia”.


Grigori.


Dimitri Pavlovich y Yusupov eran ambos miembros de la familia real, Dimitri por lazos de sangre y Yusupov por lazos matrimoniales.
El zar no regresó al frente. No quiso separarse de su familia, hacía bien...pues no les quedaba mucho tiempo.
La Zarina quedó horrorizada con aquella carta que auguraba su muerte...




La tumba de Rasputín en Zarkoé Selo



La familia imperial fue capturada, los Zares y sus cinco hijos. De camino a su cautiverio vieron de lejos la casa de Rasputín en Pokrovskoé, ya que era más alta que las demás.




La leyenda de Rasputín:






Tal y como predijo Rasputín, la familia fue asesinada antes de dos años. Muchos rumores han circulado a lo largo de casi un siglo, y se sabe hoy a ciencia cierta de que no hubo ningún superviviente.



Detalle del primer disparo que recibió Rasputín

También se sabe que a pesar de la leyenda de hombre invencible que circuló sobre Rasputín por ingerir veneno, pero no probó nada de lo que había en la sala, en consecuencia el cianuro no pudo hacerle efecto, también es cierto que aguantó de forma milagrosa las patadas en la cabeza y cara como se aprecia en la foto de arriba y dos disparos, el de Félix que le alcanzo en el costado izquierdo casi en el estómago, y otro de Purishkevich en la espalda cuando intentaba huir en el patio, debido a que ambos tiros le alcanzaron en zonas que no eran vitales pudo sobrevivir, finalmente murió ahogado, la madrugada del 16 de diciembre de 1916, en las heladas aguas del río Neva.
La fecha de la muerte, al igual que la de su nacimiento, también varía ya que algunos cuentan que fue el 29 de diciembre. Su hija María, algunos biógrafos y hasta el museo donde se encuentra el miembro de Rasputín, confirman la fecha de defunción como 16 de diciembre.




Retrato de Rasputín fechado en 1913, pintado por  Nikolai Kornilovitch Bodarevski



El carisma de Rasputín:


Tanto en su vida como después de su muerte, Rasputín ha sido mencionado en decenas de películas, no solo biográficas, sino del mundo del comic, como por ejemplo Hellboy. Sin duda es un personaje de leyenda rodeado por siempre de todo tipo de rumores, muchos de ellos he intentado aclararlos a lo largo de las doce partes de este relato biográfico del personaje. 

Por último, aunque ya lo comenté (no pondré foto) el miembro de Grigori, se exhibe en un enorme frasco de formol en un museo, irónicamente lo que se ha conservado de él es lo que tanto éxito le dio en vida con sus numerosas seguidoras. Yo sostengo y creo que Rasputín no llegó a tener una relación carnal con la Zarina.
Según la hija de Rasputín, María, escribió afirmando en una de sus biografías que Yussupov violó a su padre con ayuda por sus cómplices, antes de dispararle el último tiro.
Además de tal tortura, a parte de las numerosas patadas en la cara, disparos e intento de envenenamiento, uno de los asesinos lo castró y arrojó a un rincón el pene (al poco tiempo tirarían su cuerpo al río Neva). Después uno de los sirvientes lo recogió y llevaría el miembro consigo en su precipitada huida a París, muchas décadas más tarde terminaría a la vista de todos en un museo de erotismo en San Petersburgo.





Bibliografía:


Santos Bosch: Rasputín
Ediciones G.P. Barcelona 1936.

Colin Wilson: El mago de Siberia.
Editorial Planeta, S.A... 1990.

Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.


Imágenes procedentes de: wikipedia.org

sábado, 3 de septiembre de 2011

Rasputín y los Romanov 11º Parte











El tío de Nicolás solicita a su sobrino que vigile los movimientos de su esposa si no quiere tener un disgusto. Pero el Zar no tiene el valor suficiente para enfrentarse a la Zarina o cuestionarla, después de todo siempre fueron un matrimonio muy unido, uno de esos matrimonios por amor que muy poco abundan en la realeza, ya que la mayoría son por conveniencia.

Alejandra cada vez harta más al pueblo, ahora exige que el día de la Resurrección de Cristo se rinda homenaje a Rasputín, dice que Grigori lo merece por el calvario que está pasando, comparándolo con el que paso Cristo. Así lo expresa en una carta a su esposo:

Siempre que aparece un siervo de Dios, la maldad prolifera a su alrededor, intentan perjudicarle, apartarle de nosotros. Nuestro Amigo sólo vive para su Emperador y para Rusia, y tiene que soportar toda clase de calumnias por nuestra culpa. Es bueno y generoso como Cristo.


Los políticos poco a poco plantan cara a la Zarina y se niegan a cumplir con sus ordenes, o lo que es lo mismo, las de Rasputín. La rebelión de los políticos fue solo el paso anterior a lo que la madre de Nicolás, María, había ya augurando mucho antes.




La revolución y el asesinato de Rasputín:



El pueblo no soportaba más la pobreza de Rusia y las numerosas muertes (cientos de miles) en la guerra a la que les había llevado el Zar, en opinión del pueblo, por dejarse influenciar por Rasputín, quien casi todo el mundo pensaba que era espía alemán que conspiraba junto con la Zarina contra el pueblo Ruso. Los atentados eran diarios y en uno de ellos murió el tío del Zar. El Gran Duque Sergio fue asesinado en Moscú donde ejercía como gobernador general, cuando salía del Kremlin. En San Petersburgo las bombas no paraban de sucederse día tras día.



El Gran Duque Sergio, tío del Zar Nicolás II



En 1917, a penas días después de la muerte de Rasputín, empezó la Revolución. En enero hubo huelgas y manifestaciones de protesta. El 8 de marzo hubo motines por la escasez de pan. Dos días más tarde, la policía disparó contra la multitud, que repetía, como un cántico: "Muerte a la alemana." El regimiento de Volinski se rebeló y otros le siguieron; aparecieron barricadas en las calles. La Duma sancionó la formación de un gobierno provisional. Cuando el zar trató de salir del palacio, los soldados se lo impidieron con sus rifles, diciéndole: "No puede irse, señor coronel." Había esperado demasiado tiempo antes de seguir el consejo de Rasputín de que fuese prudente y pensara en su seguridad.



El príncipe Félix Yusupov


Para intentar salvar a la dinastía y evitar más muertes y la caída de Zar, la familia imperial, en concreto el primo del Zar, Dmitri Pavlovich y el príncipe Félix Felixovitch Yusupov además cuentan con la ayuda de un diputado de la Duma llamado Vladimir Purishkevich que lleva mucho tiempo tramando el asesinado de Grigori.

Félix, era un chico muy inteligente y seis meses antes de cometer el crimen, decidió tantear a Rasputín para asegurar el éxito de la misión.


Los dos se habían visto ya anteriormente en casa antigua prometida de Yusupov, Munia Golovina, ahora fiel seguidora de Rasputín. Yusupov visitó a Rasputín en su domicilio.
Esperaba a Grigori sentado y al verlo llegar se levantó de un salto y, para asombro de Rasputín, rompió a llorar. Rasputín puso su mano en el hombro de Yusupov en actitud consoladora.

-Vamos, vamos, amigo, siéntese y cuénteme sus problemas.

Mientras Yusupov sollozaba en su hombro, Rasputín tuvo una ráfaga de perspicacia. Lo empujó suavemente hacia un sillón. Yusupov se sonó violentamente la nariz.

-He pasado toda la semana tratando de verle, pero usted estaba siempre en palacio.

-Bueno, pues hablemos ahora. Se trata de su matrimonio, ¿verdad?

Yusupov lo miró sorprendido.

-Sé cuál es el problema.

-¿Ah, sí? Yusupov se preguntaba evidentemente si hablaban de lo mismo.

-¿Cuánto tiempo hace que sabe que... prefiere a los hombres?

Yusupov suspiró aliviado. Volvió a sonarse la nariz para evitar las lágrimas.

-Creo que desde pequeño. Pero luché contra ello. Ahora... ya no quiero luchar.

Hablaron durante más de una hora. Rasputín no sabía nada de la homosexualidad, pero su comprensión y su calidez dieron a Yusupov la impresión de que lo comprendía. Cuando las dos hijas de Rasputín llegaron, Yusupov se fue.

María comentó:

-Es muy apuesto. Pero hay algo extraño en él.

-Tiene hielo en los ojos -señaló Daria.

-Tiene problemas. Al menos, eso piensa él... -explicó Rasputín.

Esa noche Grigori, fue al Villa Rode y bailó al son de la música gitana. A la tercera botella de vino, se quedó dormido.

Días después Félix se presentó desnudo, sin avisar ni ser invitado en el cuarto donde Rasputín solía "atender" a sus seguidoras, pedía que Rasputín curara su homosexualidad (podéis imaginar como quería el príncipe que le curaran...), Grigori no está por la labor y se produce una incómoda escena y el príncipe coge sus ropas violentamente y se marcha. A raíz de aquello Félix decide que es el momento de culminar su plan y decide llevar a cabo el asesinato en un entorno controlado, su propia casa.

El 14 diciembre de 1916, por la tarde, María le informó:

-Félix llamó por teléfono. Dijo que llamaría más tarde.

Yusupov volvió a llamar.

-Grígori, quisiera disculparme.

-¿De qué?

-¿No está enfadado conmigo?

Yusupov estaba utilizando su tono de "niño bueno" y esto enfadó a Rasputín, que se controló y contestó:

-Claro que no.

-¡Ah! Me alegro tanto. ¿Quiere conocer a Irina?

-Sí.

Rasputín no conocía a la esposa de Yusupov, una joven sumisa y extremadamente bella.

-Regresa mañana de Crimea. ¿Podría venir a cenar con nosotros? Sería una cena tardía.

-¿Como a qué hora?

-¿A media noche?

-Supongo que sí. Si viene a buscarme usted.

-Por supuesto.

-Entre por la escalera trasera. Diré al guardián que le abra la puerta.


Rasputín que en cierta forma intuía su fin, aunque no conocía a manos de quien, escribió una carta a la familia imperial, una despedida que leeremos más adelante.




Félix y su esposa Irina


Anna supo de la invitación de Yusupov y rogó a Rasputín que no fuera, los rumores de otro intento de asesinato contra Rasputín no eran un secreto en Rusia. Pero Rasputín no ve al joven príncipe como una amenaza, y la invitación de conocer a su bella mujer lo atraen demasiado como para cambiar de idea y rechazar tan jugosa invitación. Protopopov otro amigo de Rasputín, alertado por Anna, también le llamo y le aviso de los rumores y el riesgo que corría, pero tampoco consiguió disuadirle.

Cuando Yusupov llegó, poco después de la medianoche, Dunia (la última en rogar a Rasputín que no se marchara aquella noche) dormía en su sillón y las chicas estaban acostadas. Rasputín salió silenciosamente.

Yusupov parecía abatido y estaba pálido. Llevaba un enorme abrigo de piel y una gorra de piel con orejeras.

-¿Por qué está tan tapado? -inquirió Rasputín.

-¿No estuvimos de acuerdo en que sería un secreto?

-No es precisamente un secreto. Protopopov me llamó y me dijo que pensaba usted matarme.

-¿Qué? Yusupov estaba horrorizado y Rasputín se rió a carcajadas. Entraron en el coche. Yusupov miró por la ventana trasera antes de emprender el trayecto. Rasputín, que se había sentido extrañamente intranquilo, se relajó repentinamente.



Rasputín, poco tiempo antes de su muerte


Félix relata lo siguiente: De pronto, me sentí abrumado por una infinita piedad hacia aquella persona, sentí desprecio por mí mismo. Me preguntaba cómo podía haber concebido aquel crimen tan vil. Contemplé horrorizado a mi confiada víctima.


Por otro lado Félix piensa en los poderes de Rasputín, si es vidente, ¿por que acude a la cita?

Diez minutos más tarde, se llegaron a la casa de Yusupov. Hacía poco que se había mudado y había todavía postes del andamiaje en la calle. La música de una banda de jazz norteamericana flotaba en el tranquilo y frío aire.


-¿Qué pasa? ¿Dais una fiesta?

-No. Mi mujer invitó a unos amigos. Iremos al comedor y tomaremos el té.

Yusupov le precedió, bajando por las escaleras recién alfombradas hasta el sótano. Rasputín miró a su alrededor con curiosidad. Esta habitación había sido también pintada y amueblada recientemente.

En la estancia había una mesa con bocadillos, pasteles y bebida (todo repleto de veneno).

-¿Té? ¿O prefiere vino?

-Ninguno de los dos. Esperaré hasta que baje su esposa.

-Entonces, ¿qué desea?

-Que toque algo en la guitarra.

Mientras Yusupov tocaba una melodía húngara, Rasputín se paseó por la estancia. Examinó atentamente una enorme vitrina antigua, abrió la puerta y miró sus múltiples compartimentos y estantes. La música de arriba había cesado. Yusupov dejó de pronto de tocar. Al ver que Grigori no toca ni el vino ni los pasteles, que están llenos de cianuro, decide ir a por su pistola.

-Iré a ver si Irina está lista. ¿Por qué no come un poco de pastel?

-No, gracias. No me gusta el pastel.

-¿Vino dulce?

- No

Al regresar al salón empuñando el arma, Félix relata:

Grigori me miró con sorpresa y casi con miedo. Se diría que había leído en mis ojos algo que no esperaba. Levanté la pistola con un movimiento deliberadamente lento. Rasputín permanecía de pie frente a mi sin moverse...sus ojos fijos en el crucifijo...Disparé. Él empezó a aullar con una voz salvaje, brutal, luego se desplomó pesadamente sobre la piel de oso.




Continuará...





Bibliografía:




Santos Bosch: Rasputín
Ediciones G.P. Barcelona 1936.


Colin Wilson: El mago de Siberia.
Editorial Planeta, S.A... 1990.


Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.




Imágenes procedentes de: wikipedia.org


http://www.cosmeo.com/

viernes, 2 de septiembre de 2011

Rasputín y los Romanov 10º Parte










Últimos años:





En 1914 comienza la primera guerra mundial. Rasputín manda numerosas cartas repletas de faltas de ortografía, pidiendo que no participe en la guerra y solicitando que Rusia no tome parte en todo aquello, sus visiones le habían mostrado así.


La Zarina presiona a su marido con motivos religiosos en los que no deja de mencionar a Grigori: ¿Por qué no confías en nuestro Amigo, el que nos guía por designio de Dios? Limítate a obedecerle más. Él vive por ti y para Rusia.


Pero Nicolás tiene muchas presiones por parte de otros países y viaja al frente para combatir contra los alemanes, nación de donde procede Alejandra y sigue amando (la Zarina) por encima de Rusia, cosa que el pueblo siempre le echó en cara. Esto crea un ambiente familiar poco propicio, el Zarévich, por ejemplo, llora diciendo: "Papá llora cuando pierden los rusos y mamá lo hace cuando pierden los alemanes ¿Por quién tengo que llorar yo?".



Al estar el Zar fuera, Alejandra decide tomar las riendas del gobierno y conservarlo autocrático para su hijo Alexei, eso representa un paso más hacia la tumba de Rasputín y los Romanov, pero ninguno de ellos sabe aún hasta que punto sus acciones les condenarán cada vez más.

Así que en ausencia del Zar, ella toma las decisiones, siempre influenciada por Rasputín, el pueblo interpreta a Rasputín como el Zar, cosa que les llena de ira, y Alejandra a modo de marioneta, y además traidora.




Rasputín y Alejandra


Alejandra comienza a enviar cartas al Zar con las indicaciones que le da Rasputín:

¡Alma mía! Rezo a Dios para que comprendas lo que vale el respaldo de nuestro Amigo. Sin él no sé qué sería de nosotros. Es nuestra fortaleza y nuestro amparo.
Antes del consejo de ministros, no olvides tomar en tus manos el pequeño icono que nos ha dado nuestro Amigo, ni peinarte varias veces con su peine.


En otra carta le dice:

Sé que nuestro Amigo nos lleva por buen camino. No tomes ninguna decisión importante sin decírmelo. ¡Cómo me gustaría verter mi voluntad sobre tus venas! La virgen está sobre ti, contigo: ¡recuerda la visión de nuestro Amigo!



Si recordamos que la Zarina es la marioneta de Rasputín, con esas cartas vemos que el Zar es la marioneta de la Zarina....


Con tantos "hilos" el pueblo no tarda en protestar públicamente y se aglomeran en la Plaza Roja de Moscú, piden a gritos la abdicación del Zar, el arresto de la Zarina y la ejecución inmediata de Rasputín. Además quieren que el tío de Nicolás, que se llama como él, ascienda al trono ruso. El pueblo grita todo tipo de injurias contra Rasputín y los Zares, en especial contra la Zarina a la que llaman "puta alemana".





Isabel de Hesse, hermana de Alejandra.


En una de las manifestaciones es agredida la hermana de Alejandra, Elizabeth(Isabel), que vive en el convento de Santa María y Santa Marta, fundado por ella a causa de la muerte de su esposo, el Gran Duque Sergio, en un atentado en Moscú. Ésta va inmediatamente a rogar a su hermana que se aleje de Rasputín. Pero la Zarina recibe a su hermana con trato gélido, "No fue buena idea venir" comenta Elizabeth, "En efecto" confirma Alejandra. Jamás volverán a dirigirse la palabra. Isabel de Hesse murió ajusticiada por los comunistas al poco de caer la monarquía rusa.




Nicolás Nikoláyevich Romanov, tío del Zar




Rasputín ve en Nicolás Nicolaievich, recordemos, tío del Zar, aspirante al trono de Rusia, un rival cada vez más duro, toda la familia imperial le apoya y goza del amor del ejército y del pueblo, intenta por medio de la Zarina que Nicolás le destituya y le quite de en medio para la línea sucesoria. Pero el Zar no es tonto y sabe sus límites, aunque tiene poder para hacerlo, sería tener a todos en su contra. No accede a la petición de Grigori que le manda Alejandra. Ésta, enfadada, reclama a su marido:

¡Si pudieras mostrarte más severo, querido! Escucha a nuestro Amigo y confía en él. Es importante que podamos contar no sólo con sus oraciones, sino también con sus opiniones.


El tío del Zar intenta hacer ver a su sobrino la influencia que ejerce Grigori sobre su esposa y lo que esto acarrea en Rusia. Pero Nicolás sigue sin hacer nada, por otro lado, Rasputín va directamente a atormentar la débil mente de Alejandra y la presiona con esta carta:

El Gran Duque jamás saldrá victorioso de la batalla por que Dios no está con él. ¿Cómo puede el Señor estar al lado de alguien que me da la espalda a mí, un Hombre de Dios? Con toda seguridad, si el Duque preserva su poder, terminará matándome, ¿Qué será entonces del Zarévich, del Zar y de Rusia?



Al final las coacciones de Rasputín y Alejandra doblegan al Zar y destituye a su tío del cargo, desterrándolo.

Grigori una vez más triunfa, y no solo eso, hace que Alejandra de instrucciones al Zar sobre que debe de hacer en el frente, por ejemplo:

Debo transmitirte un mensaje de nuestro Amigo, inspirado en una visión que ha tenido por la noche. Te pide que ordenes una ofensiva inmediata sobre Riga (carta del 15 de noviembre de 1915)



Músicos que asisten a las borracheras de Rasputín, a los pocos días son nombrados ministros, el parlamento no tarda en indignarse y quejarse. Cualquiera que caiga bien a Rasputín, consigue un puesto de trabajo en las altas esferas, da igual que no esté capacitado para el puesto, con la aprobación de la Zarina, Rasputín todo lo puede.


En el enorme piso de cinco habitaciones de Rasputín, decorado con todo tipo de regalos de admiradoras, se agolpa la gente para de clase baja para pedir favores al campesino. Rasputín da papeles (recomendaciones) con una letra que parece más bien un garabato, y faltas de ortografía, casi todas las recomendaciones van dirigidas al jefe de cancillería, éste relata:

Un día se me presenta una mujer con una carta de Rasputín en la que decía: "Mi querido muchacho, arréglale el asunto a esta mujer. Grigori”. La dama me explicó que deseaba un papel de prima donna en la ópera imperial. Me costó gran esfuerzo y paciencia explicarle que ese puesto no dependía de mí y que yo no podía hacer nada al respecto.



Llegados a ese punto, dos policías vigila las 24 horas del día la casa de Rasputín, este cree que es para protegerle, pero lo cierto es que tenían orden de seguir e informar a los servicios secretos, de todos los movimientos de Grigori, bastante hartos de su existencia.


Una esposa de un oficial que pide un traslado para su marido, aprovecha a los policías cerca del piso de Rasputín para denunciar lo siguiente:

Una sirvienta me abrió la puerta y me condujo a la habitación en la que me esperaba Rasputín, a quien yo no conocía. Él me pidió que me desnudase inmediatamente. Atendí su deseo y le acompañé al cuarto colindante. No prestó ninguna atención a la petición que yo venía a hacerle. Se dedicó a tocarme los pechos y ordenarme que le besara. Luego escribió una nota en un papel, pero no me lo entregó, diciendo que yo le había desagradado y que debía volver otro día.


El piso de Rasputín ya se conoce como el piso de los milagros. Se ve a Rasputín llegar todos los días ebrio, rodeado de prostitutas y esposas de oficiales. Toda esta información es detallada minuciosamente en los cuadernos de los policías. No se sabe como dichos cuadernos llegan al dominio público y todo San Petersburgo entra en cólera, cuando ya de por sí el ambiente era tenso respecto al tema de Rasputín y la Zarina.


Las páginas corren como la pólvora por toda Rusia, todos saben ya de la veracidad de las orgías y favores que se realizan en la casa de Rasputín, el famoso piso de los milagros.

Pero Alejandra hace caso omiso, además al poco tiempo ocurre el famoso milagro que ya comentamos, el accidente de tren que estuvo a punto de causar a la mejor amiga de la Zarina, Anna Vyrubov, la muerte. Los médicos no la daban esperanzas pero tras la visita de Rasputín se recuperó. Eso afianzó aún más si cabe, la fe que la Zarina tenía en él.



Rasputín


Aún así Rasputín sigue con su vida alocada, sus borracheras son tales que casi todas las noches causa algún disturbio, un testigo en un restaurante de Moscú relata lo siguiente:

Rasputín bailó una danza rusa mientras les hacía estas confidencias a los cantantes: "Este blusón me lo ha regalado la vieja (la Zarina), ¡lo ha cosido ella!". Y, después de la danza: "¡Oh, qué diría mi jefa si me viese aquí!". Exhibió su miembro y, de esa guisa, siguió bailando con las bailarinas. Era así como le gustaba presentarse ante ellas y persistió en su actitud. Dio de diez a quince rublos a algunas de las cantantes, dinero que le entregó su joven acompañante femenina, que después también pagó la cuenta, consumiciones y otros gastos. Hacia las dos de la madrugada, el grupo se separó.






Continuará







Bibliografía:




Colin Wilson: El mago de Siberia.
Editorial Planeta, S.A... 1990.




Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.




Imágenes procedentes de: wikipedia.org

sábado, 27 de agosto de 2011

Rasputín y los Romanov 9º Parte












En el año 1913, para celebrar otro centenario de la familia Romanov, la catedral de Kazán está lista para ofrecer un "Te Deum" glorioso con la familia imperial, todos al completo. No quedaba un solo asiento libre. El presidente del protocolo recibe, asombrado, una notificación de que un enorme y extraño campesino se ha instalado en uno de los principales asientos y no tiene la más mínima intención de moverse de allí.


El responsable de protocolo y presidente de la Duma (Parlamento ruso), va corriendo al lugar y descubre que se trata nada menos que de Rasputín. Lo que ocurre a continuación es relatado con detalle por el encolerizado presidente de la Duma.

-¿Qué estás haciendo aquí?- pregunta de forma inquisidora.

-¿A ti que te importa?- responde Rasputín, insolente pero indignado.

-Si vuelves a dirigirte a mí en ese tono, te agarraré de la barba y te arrastraré hasta la puerta de la catedral. ¿Acaso no sabes que soy el presidente de la Duma?

Según agrega el hombre, Rasputín en lugar de amedrentarse, no se echa atrás y trata de hipnotizarle con su particular y profunda mirada. El presidente de la Duma le sostiene la mirada, y desafiante, le planta cara. Rasputín pregunta de forma tranquila.

-¿Qué quieres de mí?

-¡Lárgate de aquí, vil hereje! ¡No hay lugar para ti en esta casa sagrada!

-Estoy aquí porque me han invitado personas más importantes que tú- Muestra una invitación hecha y escrita a mano por la Zarina, pero el presidente ni la mira.

-¡Eres un fanfarrón y un mentiroso! Nadie te cree ya. Lárgate, éste no es un sitio para ti.


Inmediatamente Grigori se arrodilla en el suelo y empieza a rezar. El presidente le pega una fuerte patada en el estómago gritando: ¡Basta ya de teatro! ¡Si no te largas ahora mismo llamaré a la guardia!
Rasputín grita: ¡Oh señor, perdónale por que no sabe lo que hace!, después se encamina despacio hacia la salida de la catedral y se esfuma.







Intentos de asesinato:



En los últimos años de su vida, Rasputín sufrió varios intentos de asesinato, según cuentan a manos de Iliodor, que era a su vez aconsejado por el gobierno ruso (en especial por el ministro de interior Hvostov), de forma que las investigaciones sobre los asesinatos nunca eran resueltas.





Iliodor


Un agente de Hvostov (ministro del interior) se encontraba sentado a la mesa de al lado y cuando Rasputín se quedó dormido un momento, depositó una cucharadita de polvos blancos en su bebida. Era un antiguo remedio de los letones para los dolores de espalda que contenía ácido tártaro, fue éste el que enfermó tanto a Rasputín la noche que lo mandaron llamar a la cama del Zarévich.

Hvostov comenzó a sospechar de sus dos compañeros en la conspiración. Decidió que Iliodor sería probablemente un mejor y más discreto asesino e inició una correspondencia secreta con el ex-sacerdote, que vivía, por entonces, repudiado en Finlandia.

Hvostov ofreció a Iliodor fondos ilimitados para organizar todos los intentos necesarios hasta conseguir su objetivo de acabar con Grigori y le envió a un antiguo ladrón llamado Rezhetski junto con el primer pago.
En la frontera con Finlandia, los oficiales inspeccionaron el equipaje de Rezhetski se sorprendieron al encontrar tan cuantiosa cantidad de dinero. Enviaron un telegrama a la policía de San Petersburgo y se enteraron por el historial de Rezhetskide que había estado en la cárcel y sus antecedentes no eran precisamente limpios. La policía de San Petersburgo llamó a Beletski (un policía corrupto), que adivinó adónde iba Rezhetski y por qué llevaba tanto dinero.

Ordenó que lo arrestaran y lo devolvieran a San Petersburgo. Entonces fue a ver a Hvostov y le dijo, con expresión inocente, que acababa de atrapar a Rezhetski, que trataba de huir con la caja para gastos menores. Hvostov se enfureció pero nada pudo hacer.

Beletski y Rasputín pasaron la velada riendo y bebiendo. Fue en ese momento que Beletski provocó su propia caída por un descuido. Estaba harto del departamento de policía y de trabajar bajo las órdenes de Hvostov; Rasputín susurró unas palabras en el oído del zar y Beletski fue nombrado gobernador de Siberia. Antes de marcharse para tomar el cargo, otorgó una entrevista a un periódico de San Petersburgo, en la que habló abiertamente de las conspiraciones para terminar con la vida de Rasputín.




Iliodor decide contactar con una prostituta que antaño fue discípula de Rasputín, y según ella, una amante maltratada. La prostitución provoca que Jina Gusseva (también escrito Chionya Guseva) sufra una sífilis que la deja con la cara completamente desfigurada. La mujer recibe la orden de asesinato y un cuchillo del propio Iliodor con una frase: "Con este cuchillo mata a Grigori".



El 28 de junio de 1914 en Pokrovskoé, el pueblo natal de Rasputín. Aquel día los aldeanos trataban de detenerlo para charla, Grigori explicaba que tenía que apresurarse para enviar un telegrama.
Cerca del correo, se detuvo cuando una mujer coja se arrastró hacia él, con la mano izquierda levemente alzada. Rasputín buscó una moneda en el bolsillo. En ese momento, la mujer sacó la otra mano de debajo del chal y se abalanzó contra él. Le clavó el cuchillo en el abdomen con gran fuerza y luego lo empujó hacia arriba.
La sangre brotaba a chorros, manchando la ropa de Rasputín, que se dio la vuelta para correr. La mujer se lanza de nuevo sobre él, tratando de clavarle el cuchillo en la espalda. Rasputín cogió un pedazo de madera que había en el río y la golpeó en la cabeza. La mujer cae al suelo y trata de escapar, a gatas como buenamente puede.

Los aldeanos que pasaban por allí se habían dado cuenta de lo que ocurría, varios la cogieron y la arrastraron a la comisaría. Rasputín regresó tambaleándose a su casa, con la sangre cubierto de sangre, conteniendo levemente la gran hemorragia.

Lo acuestan en la mesa de la cocina y le retiran el pantalón. A través de la larga herida, sus intestinos sobresalen de su cuerpo como globos. Prascovia, la mujer de Rasputín y Dunia, la sirvienta, le limpiaron la herida.

En ese inoportuno y tenso momento llamó a la puerta un reportero, Davidsohn, que explicó que había oído hablar del ataque y quería informar de ello en su periódico. Cuando trató de mirar por encima del hombro de María la hija de Rasputín, ésta se sobrecogió al adivinar algo horrible. Ese hombre fue uno de los responsables detrás del atentado contra la vida de su padre. Iracunda, lo empujó y le cerró la puerta en las narices. 






 Rasputín, una de sus seguidoras, y su hija María



Más tarde ese mismo día, llegó la policía. Gusseva fue detenida. Se supo que llevaba varios días alojada en la aldea. Unas cartas que encontraron en su posesión revelaron que era una discípula de Iliodor y además que el cuchillo que utilizó pertenecía al sacerdote que había tenido que colgar sus hábitos por culpa de Grigori.



Iliodor supo de que su intento había resultado infructuoso y decidió probar otra forma de acabar con su antiguo amigo, que ahora odiaba con todo su ser.



Otro intento de acabar con la vida de Rasputín sucedió el 16 enero de 1915, al día siguiente del terrible accidente sufrido por Anna Vyrubov.

Rasputín caminaba por una de las calles terriblemente nevadas de la avenida Kammeno-Ostroski, cuando escuchó los pasos de un caballo que se acercaba; la desconfianza le obligó a volverse y saltó de forma precipitada.

El trineo lo golpeó y lo tiró violentamente al suelo. Los policías que lo seguían siempre (por orden del gobierno) corrieron y uno de ellos logró agarrar la rienda del caballo. Rasputín estaba atontado y una herida en la cabeza le sangraba en abundancia. Se sentó, aturdido, y vio cómo los policías detenían a los tres hombres del trineo.

Más tarde, ese día, un policía en la puerta de su casa le explicó que los hombres reconocieron haber llegado de Zaritsyn, el antiguo "baluarte" de Iliodor.
La acusación de intento de asesinato contra Rasputín se abandonó discretamente. Dzhunkovski, el jefe de la policía, odiaba a Rasputín y había jurado, como muchos otros, conseguir su caída.

La madre del Zar, la hermana de la Zarina, los oficiales del ejército, políticos y miembros del santo Sínodo lamentan la recuperación de Rasputín de cada intento de asesinato al que sobrevive. Y es que muchos creen que la única manera de terminar con las influencias de Grigori es terminando con su vida.




Continuará…




Bibliografía:




Colin Wilson: El mago de Siberia.
Editorial Planeta, S.A... 1990.




Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.




Imágenes procedentes de: wikipedia.org