domingo, 16 de diciembre de 2012

Pedro el Grande 8ª parte









Particularidades de Pedro:









Durante casi toda su vida el Zar es asiduo a las borracheras y bufonadas que van de la mano con el maltrato y humillación que hace sufrir a sus allegados (si no pueden parecerse a Pedro, sufrirán las consecuencias en público).

En 1687 Pedro cree que su hermanastra Sofía está conspirando contra él. No duda en mandar cortar los brazos y piernas de los traidores, teniendo especial cuidado e interés en que los desgraciados permanezcan conscientes hasta el momento de su decapitación. Iván Miloslavsky muere en último lugar, teniendo que presenciar tan grotesco espectáculo, por el contrario, Pedro se deleita con cada escena macabra y cada grito de dolor. La expresión del Zar es imperturbable y disfruta especialmente viendo como las mujeres e hijos de las víctimas se derrumban entre llantos y lágrimas.

Sofía se libra de este destino por muy poco. Es metida en una cárcel (con apariencia de convento). De esta forma se asegura de que su hermanastra no tenga ninguna otra idea de "conquista". Ya mencionamos anteriormente que las vistas de la celda de Sofía eran las cabezas mutiladas de sus "supuestos" seguidores.



El problema real de Pedro no es solo el alcohol, él mismo es su peor enemigo, ya que constantemente ve enemigos dónde no los hay, lo que le llevará a cometer algo "fuera de lo común".


Contaremos ahora lo que le sucedió al hijo de Pedro, Alexis (que fue víctima de su propio padre).
El primogénito no se parece en nada a su padre. Perezoso, adicto al juego, no le atrae en nada lo militar.
Lo que mas molesta  Pedro de Alexis es que no muestra ningún interés por el trono ruso. 
Alexis también ignora a la esposa que le ha impuesto su padre, una princesa alemana llamada Charlotte Brunswick. Por el contrario, mantiene una relación estable y seria, sin ocultarlo a nadie, con su sirvienta finlandesa (y amante) llamada Afrosina (me encantaría poner un retrato de ella, pero me ha sido imposible localizar ninguno, al igual que si encontré retratos de Charlotte que compartiré al final de esta entrada).




Alexis


La mala relación del Zar con su hijo no es un secreto. Pedro discute a gritos, le zarandea, le arrastra por el suelo agarrándole por los pelos y, mediante tipo este tipo de escenas a las cuales van siempre unidas crueles amenazas, desencadenan que Alexis sea introvertido, tímido y sobretodo, resentido.

Pedro no siente ningún pudor a la hora de comentar sobre su hijo lo siguiente: "Es como un miembro que se me hubiese gangrenado" a eso agrega: "Es como el personaje que, en el Evangelio, se afana en esconder todos sus talentos". Este tipo de lindezas refuerzan la rebeldía del zarévich.


Harto de evasivas en todos sus aspectos por parte de su primogénito, Pedro escribe esta carta:

Recuerda tu obstinada y enfermiza naturaleza, cuántas veces te la he reprochado y por cuánto tiempo te he retirado la palabra a su costa. Pero nada de eso ha servido, nada te ha hecho cambiar. No he conseguido más que perder el tiempo, más que golpear al aire. No haces el más mínimo esfuerzo, y toda tu dicha parece consistir en permanecer inactivo en casa. Muchas cosas de las que te deberías sentir avergonzado (y que por otra parte te convierten en un miserable) parecen otorgarte el máximo placer, no ves sus peligrosas consecuencias tanto para ti como para toda Rusia. (Fuente: John McCreath Farquhar, página 116)



El Zar termina la carta con la amenazada de borrarle de su testamento si no cesa su pésima y problemática actitud. Alexis, lejos de tener miedo, no cabe en sí de gozo. Así responde a la carta:

Si su Majestad me priva de la sucesión al trono de Rusia a causa de mi incapacidad, pido que sea cumplida la voluntad de mi Señor. Imploro que tal decisión sea prontamente acometida, pues no me veo encajado en los asuntos de gobierno. (Fuente: Henri Troyat, página 201)




El Zar que mata a su hijo:






Pedro está desesperado y trama otra argucia. Quizá Alexis aborrezca el trono, pero es evidente su amor por Afrosina. El Zar juega con esto y da un ultimátum a su hijo: "Préparate para gobernar o para ingresar en un monasterio. Tú decides".

El zarévich no lo duda un instante y huye de Rusia. Personas cercanas a Alexis le advirtieron que si alguna vez eso pasaba, no habría vuelta atrás, ya habían escuchado al Zar, no existiría piedad, ni siquiera para su propio hijo. Palabras textuales "Recuérdalo; si el Zar envía a alguien a persuadirte para que vuelvas, haz caso omiso. Si regresas, hará que te decapiten en publico".

Aunque el joven recibió buenos consejos, decide escapar en 1716, disfrazado de oficial.
No está muy claro si huye por su poca inteligencia o por su llamativa osadía. El lugar que elige para escapar es Viena, bajo la protección de su cuñado, el emperador Carlos VI. El detalle es que se lleva a su amante ,Afrosina, eso no le hace nada de gracia al emperador, su hija  Charlotte (mujer de Alexis) había muerto recientemente.
Incluso bajo estas tensas circunstancias, Carlos VI ayuda a Alexis pero por poco tiempo, las muestras del zarévich con su amante en público hace que los Habsburgo se sientan ofendidos. Alexis decide huir a Nápoles.


El Zar se queda sin respiración cuando se entera de que su hijo ha huido. Además de verlo como una grave traición de su propia sangre, teme que otros usen el ejemplo de su hijo para quitarle autoridad y prestigio como gobernante de la nación.

Pedro no tarda en enviar numerosos espías para hacer que su hijo vuelva a casa. Poco tardan en descubrirlo en Nápoles. Alexis se deshace entre lágrimas e hipidos, se calma un poco al leer una carta que le dirige su padre:


Hijo mío:


Tu desobediencia y el desprecio que has mostrado hacia mis órdenes son de todo el mundo conocidos. Ni mis palabras ni mis correcciones han servido para que te adaptes a mis instrucciones, y por último, habiéndome decepcionado cuando planteé una despedida (del trono) y contraviniendo las promesas que hiciste, has llevado tu desobediencia hasta un punto álgido mediante tu fuga, lo que te coloca en el papel de un traidor bajo protección extranjera. Esto es algo nunca oído hasta ahora, ni en nuestra familia ni entre individuos que merecen algo de consideración. ¡Cuánto mal, cuánta profunda aflicción has causado a tu padre, y en cuánta vergüenza has hundido a tu país!.
  Te escribo por última vez para que hagas lo que los señores Tolstoy y Rumyantsov (los hombres que localizan a Alexis) te digan y declaren que es mi voluntad. Si me temes, te aseguro y también prometo a Dios y a Su veredicto final, que no te castigaré. Si acatas mi voluntad a través de la obediencia a mi persona, si vuelves, te amaré más que nunca. Pero si rehúsas, entonces como padre tuyo y bajo el poder que Dios me ha otorgado te maldigo eternamente, y como tu soberano te declaro traidor y te aseguro que descubrirás el verdadero tratamiento que se da a los que tu condición, en lo que espero Dios me asista tomando esta causa en Sus manos.
  A partir de ahora recuerda que no te obligo a hacer nada ¿Qué necesidad tengo de acotar tu libre elección? Si hubiese querido forzarte, ¿acaso carezco de poder para hacerlo? Sólo tengo que ordenarlo para ser obedecido. (Fuente: Henri Troyat, página 202)


A parte de tan suculenta oferta, el zarévich recibe también permiso por escrito para renunciar al trono como él tanto ansía. La felicidad no le deja ver lo que hay más allá...un destino nefasto.
Sueña en casarse con Afrosina y vivir en el campo, por un instante sus pensamientos son tan reales que parecen cobrar vida, ilusiones. Alexis decide regresar...ignorando las advertencias.

Se celebra una ceremonia pública en el Kremlin, un hijo arrepentido se postra ante los pies de su padre, renuncia al trono en favor de su hijo (su esposa Charlotte no sobrevivió al parto), admite sus pecados, suplica clemencia, esperando el ansiado momento de desaparecer junto con Afrosina.

Puede que Pedro perdone a su hijo en público, pero su mente piensa, imagina todo tipo de posibles conspiraciones y traiciones a causa de la fugaz escapada de su hijo, su posición y legado corren peligro, según él.
En consecuencia, y como todos sabían, no cumple lo acordado. Toma preso a Alexis y le ordena que diga los nombres de todas las personas que le ayudaron y le dieron refugio en su escapada. Llueven los nombres,  muchos de los acusados...son decapitados en público, a otros se les corta la lengua o trituran sus huesos a golpe de martillo, cualquier tortura siempre ante el inmenso público.

Alexis sólo observa, piensa que esta a salvo, que su padre solo está demostrando su poder, como suele hacer siempre. El pobre joven no se imagina lo que le espera...
El Zar está convencido, sufre una tremenda paranoia y cree ciegamente que su hijo planea quitarle el trono.

Quiere escuchar de los labios de su hijo la "supuesta" conspiración, decide usar su sistema de tortura que nunca falla. El látigo. La herramienta empleada es gruesa, con tres nudos que al golpear arrancan la piel. La resistencia suele ser de 15 a 25 latigazos, pasada esta cifra, no se puede escapar de la muerte.


Alexis recibe 25 latigazos en su primer día de interrogatorio, como no existe conspiración, no da ninguna información. Pedro sabe que ha hablado con el emperador de Austria y quiere todos los detalles. Al día siguiente ordena azotar a su hijo 15 veces más.
Ante la tortura Alexis confiesa que había dicho a su sacerdote que odiaba a su padre y que deseaba su muerte.

Pocos días más tarde el zarévich muere por la brutal tortura que su propio padre ordena.




Alexis, único hijo de Pedro



La muerte del Zar, inesperada:



Pedro no muestra ningún remordimiento, sobrevive 7 años a su hijo. Los testigos cuentan que que no cambió en nada su forma de gobernar, igual de cruel e implacable.


La causa de la muerte del Zar es la negligencia. Pedro está en el punto álgido de su fama.
A Pedro se le ocurre sumergirse en la corriente helada del río Neva. Fuera del agua el viento de enero corta los cuerpos; dentro de ella la sangre fluye menos y la piel se vuelve azul.
Un grupo de marinos está a punto de naufragar y el Zar no duda en ir a salvarlos.
Pero era valiente, útil, seguro, enamorado de Rusia y de los rusos.
Ya se había bañado anteriormente en aguas heladas sin mayores consecuencias pero los años no perdonan.
La fiebre se junta con afección venérea que sufría desde antaño, una cirrosis producida por su descomunal alcoholismo, infección de vejiga y cálculos de riñón, además de gangrena. Durante muchos años vivió con tal número de enfermedades, en esa ocasión la fiebre pudo llevárselo.


El 28 de enero de 1725, en el palacio de invierno, tras horribles alucinaciones, fiebres y dolores, el Zar pide una pluma, con pulso tembloroso comienza a escribir "Entregadlo todo a....", muere antes de escribir el nombre del beneficiario. Las guerras por la sucesión los años después serán feroces...Los llantos invaden toda Rusia.



Pedro en su lecho de muerte




Numerosos y variados retratos de Charlotte Brunswick, esposa de Alexis












Aquí termina mi aporte sobre Pedro el Grande, pensaré en el próximo personaje y en el 2013 lo sabréis. Gracias a tod@s.

Felices fiestas y feliz año 2013 (sí, por adelantado)






Bibliografía:



Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.



Merejkowshy, Dimitri: PEDRO I EL GRANDE.
Rústica editorial. 1910.


Wikipedia


Imágenes procedentes de: wikipedia.org

sábado, 8 de septiembre de 2012

Pedro el Grande 7ª parte



Vida familiar:


Comentamos anteriormente que Pedro estaba casado con Catalina, esto fue en segundas nupcias, hablaremos en esta ocasión lo poco que se sabe de su primera esposa. También comentaremos la tortuosa relación con su hijo.


Eudoxia Fiódorovna Lopujiná fue la primera mujer de Pedro, contrajeron matrimonio, concertado por la madre de Pedro, Natalia, en el año 1689, Pedro contaba con 17 años, Eudoxia con 20, un año después del enlace tuvieron su único hijo, Alexis. El matrimonio nunca llegó a funcionar.

Unos diez años después de la unión con el Zar, Eudoxia pertenecía a una secta rigorista, los viejos creyentes, por lo que se opuso a las reformas de su marido, lo que proporcionó a Pedro la excusa pefrecta para librarse de su esposa y encerrarla en un convento, donde profesó con el nombre de Elena en 1698.
Algún tiempo después, Euxodia volvió a la vida pública intentando casarse con su amante, Stepán Glébov, cosa que no consiguió. Intentando asegurar los derechos de su hijo, preparó un complot contra Pedro el Grande, que la mandó encerrar (1718–1727), decapitó a su hermano Abraham, empaló a Glébov, Pedro también guardó algo para el hijo de ambos, el zarévich Alexis Petróvich. Pedro asesinó a su propio hijo en 1718, tras una tortura que comentaremos de forma detallada más adelante.



Eudoxia  Lopujiná 


La segunda consorte del Zar Pedro fue Marta Skavrónskaya (Catalina I de Rusia), nacida en 1684, ya hablamos de su "particular" procedencia anteriormente (en resumen, era una prostituta polaca muy habilidosa que fue "escalando" acostándose con soldados y altos cargos en tiendas de campaña hasta llegar a la cama de Pedro, allá por el año 1703, desde ese momento se volvieron inseparables).

Marta se convirtió al cristianismo ortodoxo y tomó el nombre de Yekaterina, Catalina en castellano, consiguió ganarse el corazón de Pedro de tal forma que se casaron en secreto en 1707.

Tuvieron bastante descendencia (12 hijos) aunque, como era común en la época, casi todos murieron a edad temprana, sólo Anna e Isabel llegaron a edad adulta.



Catalina I de Rusia, coronada oficialmente como Zarina en 1725


A destacar entre su descendencia:



Anna Petrovna Romanov, nacida el 27 de enero de 1708 en Moscú, fallecida el 4 de marzo de 1728 en Kiel.
Fue la hija mayor del emperador Pedro el Grande y Catalina I de Rusia. Su hermana Isabel gobernó como emperatriz entre 1741 y 1761. Su hijo Pedro, conocido como Pedro III de Rusia, gobernó en 1762. Anna murió con a penas 20 años, unos pocos días después de parir a Pedro III.


Anna Petrovna Romanov




Isabel I de Rusia, nacida en Kolómenskoe el 29 de diciembre de 1709, fallecida en San Petersburgo, el 5 de enero de 1762. Llegó a ser zarina de Rusia entre 1741 y 1762. También llamada La Clemente, fue la segunda hija de Pedro I y Catalina I.
Subió al trono tras la revuelta militar que derribó al zar Iván VI de Rusia. Realizó numerosas reformas: abolió la pena de muerte, estableció el senado, creó un consejo político supremo, suprimió las aduanas internas, fundó la Universidad de Moscú y la Academia Imperial de las Artes y reorganizó el comercio interior. También amplió los poderes de la nobleza (restringidos por Pedro I de Rusia), lo que hizo empeorar las condiciones de vida del campesinado.

Como soberana soltera y sin hijos, era obligatorio que Isabel encontrara un heredero legítimo que asegurara la continuidad de los Romanov. Finalmente, eligió a su sobrino Pedro aunque ella estaba consciente de que el depuesto Iván VI, a quien había apresado y aislado en la fortaleza de Schlusselburg aún representaba un gran peligro para su trono. Ella temía un golpe de Estado en favor de Iván y empezó a destruir documentos, monedas y cualquier otra cosa que pudiera hacer recordar al depuesto zar. También emitió una orden que determinaba la ejecución inmediata de Iván en caso de que intentara fugarse. Catalina II revalidó la orden y, cuando el intento de fuga se produjo, Iván fue asesinado y enterrado en secreto dentro de la propia fortaleza.
El joven Pedro había perdido a su madre, la gran duquesa Ana, a los tres meses y el padre a los 11 años. Isabel invitó a su sobrino a San Petersburgo, donde fue proclamado heredero el 17 de noviembre de 1742. Asimismo, se nombraron a tutores rusos para cuidar de la educación del futuro zar. Ansiosa por ver el futuro de la dinastía asegurado, Isabel escogió a la princesa Sofía Federica de Anhalt como prometida de su sobrino. Al convertirse a la fe ortodoxa, Sofía recibió el nombre de Catalina, en homenaje a la madre de Isabel. La boda se celebró el 21 de agosto de 1745 y el heredero, el futuro Pablo I nació el 20 de septiembre de 1754. Existen especulaciones sobre la verdadera paternidad de Pablo I pues se sugiere que no era hijo de Pedro III sino de un joven oficial llamado Serge Saltykov con quien Catalina había tenido una relación con el consentimiento de Isabel.

A finales de 1750, la salud de Isabel empezó a desmejorar. Pasó a sufrir una serie de mareos y se negó a tomar los medicamentos prescritos, pero prohibió la palabra "muerte" en su presencia. Al enterarse que estaba muriendo, Isabel usó sus últimas fuerzas para confesarse, rezar con su confesor la oración de los moribundos y despedirse de las pocas personas que deseaba tener junto a ella, incluyendo a Pedro y Catalina y los condes Alexei y Kirill Razumovsky. Finalmente, el 25 de diciembre de 1761, la zarina Isabel murió. Fue sepultada en la catedral de San Pedro y san Pablo de San Petersburgo el 3 de febrero de 1762, tras seis semanas de ritos fúnebres


Isabel I de Rusia, retrato de 1760




Natalia (María) Petrovna Romanova fue la tercera hija de Pedro I de Rusia y Catalina I. Natalia nació el 20 de marzo de 1713 y murió el 27 de mayo de 1715, no se conservan retratos.


Natalia Petrovna Romanova fue la menor de las hijas de Pedro el grande y su segunda mujer Catalina I. Natalia nació el 31 de agosto de 1718 y murió el 15 de marzo de 1725 de sarampión, agonizó más de una semana. Cuando ella murió, a pesar de que hacía más de un mes que su padre había muerto, no había sido enterrado. Colocaron el ataúd de la niña en el mismo cuarto que el de su padre durante unos días, para ser después enterrada junto con el resto de hermanos infantes que no pudieron sobrevivir en la catedral de Pedro y Pablo en San Petersburgo.



Natalia Petrovna Romanova en 1722


Descendencia de Pedro y Catalina I:

Pyotr (Pedro) Petrovich 1704-1707
Pavel (Pablo) Petrovich 1705-1707
Catherine (Catalina) Petrovna 1707-1708
 Anna Petrovna 1708–1728
 Yelizaveta (Isabel) Petrovna 1709–1762
 Natalia Petrovna de Rusia 1713-1715
 Margarita Petrovna 1714–1715
 Pyotr (Pedro) Petrovich 1715–1719
 Pavel  (Pablo) Petrovich 1717-1717
Natalia Petrovna De Rusia 1718-1725
Pyotr (Pedro) Petrovich 1723–1723
Pavel (Pablo) 1724-1724




Continuará:






Bibliografía:



Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.



Merejkowshy, Dimitri: PEDRO I EL GRANDE.
Rústica editorial. 1910.


Wikipedia


Imágenes procedentes de: wikipedia.org



jueves, 5 de julio de 2012

Pedro el Grande 6ª parte





Rastros de locura:


A medida que va creciendo, algunos brotes de "locura" se hacen más visibles en Pedro.
El ministro de Prusia informa a su rey:

No hay explicación suficientemente clara para que Su Majestad comprenda la inestabilidad y la negligencia con la que se tratan aquí los más importantes asuntos. F.C. Weber pp93-95


El ministro presencia las crisis epilépticas, desmayos etílicos y perdidas de conciencia del Zar.
Todo esto va enturbiando la fama de Pedro. Los altos cargos de la iglesia ortodoxa aprovechan estos hechos para decir que el Zar es el mismísimo anticristo.

La única que consigue poner paz ante la violencia y ataques de epilepsia del Zar, es su favorita, Catalina (que termina siendo su esposa y Zarina). Aún así Catalina no se libra de la crueldad de Pedro.
Éste sospecha que su querida favorita le es infiel con William Mons, (hermano de otra de sus favoritas, Anna Mons, mencionada en el capítulo 4). Pedro manda ejecutarlo sin comprobar si los hechos que el cree son reales. Después ordena colocar la cabeza del desdichado en el dormitorio de Catalina, para hacerle recordar que no debe ponerle celoso, algo similar hizo con su hermanastra Sofía en el pasado.


Gracias a su paciencia y habilidad, Catalina consigue reinar en solitario cuando Pedro fallece, llegando a ser la primera emperatriz de Rusia.

Catalina era la hija de unos campesinos livonios y se ganaba la vida como prostituta. Siendo adolescente vagaba por los campamentos del ejército de un lecho a otro. Su destreza como amante le permitió ir "ascendiendo" hasta llegar a la cama del mismísimo Zar.

Pedro no se casó con ella por su gran conversación, Catalina era iletrada y a penas chapurreaba ruso. Las cualidades de Catalina eran la valentía de enfrentarse al Zar y poder aplacarlo.


Por culpa del maltrato que sufrió Pedro en su infancia y adolescencia por parte de su padre y su hermana Sofía. Pedro sufre el síndrome de Tourette, lo que produce en él movimientos involuntarios, bruscos, tics, como describen algunos:


Filipo Baltari, un joven italiano que visitó la corte de Pedro, contaba:

El zar Pedro era alto y delgado, no robusto. Su pelo era fuerte, corto y marrón oscuro; tenía grandes ojos con largas pestañas y una boca bien formada, aunque el labio inferior estaba ligeramente desfigurado. Para su gran altura sus pies parecían muy estrechos. Su cabeza a menudo se echaba hacia la derecha por convulsiones.

El pintor Valeri Serov comentó la siguiente descripción de Pedro:

Daba miedo: largo, en pequeñas piernas delgadas de alambre, y con la cabeza tan pequeña en relación con el resto de su cuerpo que parecía más algún tipo de muñeco que una persona viviente. Sufría de un constante tic y siempre estaba haciendo muecas: guiñando los ojos, frunciendo la boca y la nariz y moviendo la mandíbula.





Continuará:






Bibliografía:



Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.



Merejkowshy, Dimitri: PEDRO I EL GRANDE.
Rústica editorial. 1910.

Imágenes procedentes de: wikipedia.org

jueves, 28 de junio de 2012

Pedro el Grande 5ª parte




Pedro el Grande






Entretenimientos del Zar:


Ya comentamos anteriormente los gustos "peculiares" de Pedro, los que muchos consideran como crueles él los encuentra tronchantes.
Le encanta reírse de la gente inofensiva y deforme, cosa que hace desde los inicios de su adolescencia, hasta el final de vida. Adora ver a enanos y gente tarada, a los que obliga a vestirse con ropas demasiado grandes y con colores llamativos, además de que se arrastren en alfombra, trineo o pequeños carruajes, mientras ladran, rebuznan, cacarean o se tiran pedos (Pedro llora de la risa con esto último). No hay ningún banquete del Zar sin que un enano salga del interior de una tarta.

Por el año 1710, dos días después de la boda de una sobrina suya, organiza el matrimonio entre dos de sus bufones enanos con el mismo lujo. El embajador de Holanda nos lo describe de la siguiente manera:


Un enano muy pequeño marchaba a la cabeza de la procesión, asumiendo el papel de mariscal, guía y maestro de ceremonias. Le seguían la novia y el novio, vestidos pulcramente. Luego venía el Zar y sus ministros, príncipes, boyardos, oficiales y demás; por último desfilaban todos los enanos en parejas de ambos sexos. Entre todos eran setenta y dos.
El Zar, en señal de respeto, sujetaba la cola de la novia como es tradición en Rusia. Cuando terminó la ceremonia la comitiva fue hasta el palacio del príncipe Menshilkov.
Varias mesas diminutas se colocaron en medio del recibidor para los recién casados y el resto de los enanos, a quienes vistió espléndidamente según los dictados de la moda alemana.

Tras la cena, los enanos bailaron al modo ruso, lo que duró hasta las once de la noche. Es de imaginar lo que el Zar y el resto de su compañía se divertían con las travesuras, gestos y extrañas posturas de los pigmeos, la mayoría de los cuales era de tal tamaño que sólo de verlo producía risa. Cuando se acabaron estas diversiones, el nuevo matrimonio fue trasladado a la casa del Zar y acostado en sus propios aposentos.  F.C. Weber, pp 67-68



Como es natural la mayoría de las bromas del Zar sólo le hacen gracia a él. Hace que toquen la alarma de fuego a medianoche y cuando los ciudadanos llegan sin aliento y aterrados al lugar del supuesto incendio, encuentran soldados alrededor de una hoguera, éstos se parten de risa y les llaman "inocentes".



Durante su viaje a Holanda aprende de un sacamuelas de la calle, las artes de la extracción de dientes. Muchas veces las usa para ayudar, pero otras...para divertirse, tomando como víctimas a sus oficiales. Pedro disfruta tanto arrancando dientes y muelas que cuando los oficiales y sirvientes temen algún castigo, fingen un dolor de muelas y se dejan arrancar las piezas sanas para aplacar la ira del Zar. La gente prefiere ese tormento a otros posibles, mucho peores que Pedro suele utilizar.

Pedro también disfruta viendo a sus mozos de cuadra recrear batallas, ficticias, pero feroces.

Experimentar con materiales explosivos también le divierte mucho. Como tiene pánico a la soledad, arrastra con él a quien tenga mas cerca, sin importar si las personas quieren o no, acompañarle. A Pedro no le importa lo más mínimo el peligro al que están expuestas las personas de su alrededor.
El hijo de una de sus amantes, en este caso escocesa, murió literalmente desmembrado por unos fuegos artificiales que estallaron en sus manos, lejos de disuadir al Zar, éste continua jugando con fuego sin importar los riesgos.


   
Catalina I, 2º Esposa de Pedro el Grande


De nuevo el embajador de Holanda deja constancia de los peligros a los que le expone Pedro:


Nos llevó a bordo de un lanchón, la Zarina (Catalina) y sus damas se introdujeron en la cabina, pero el Zar se quedó con nosotros en cubierta, contando chistes y asegurándonos, como si no fuese consciente del feroz viento que soplaba en contra, que arribaríamos en cuatro horas en el puerto de Kronstadt. Después de intentar girar a barlovento durante más de dos horas, se erigió una espantosa tormenta. El Zar comenzó a bromear con el timón en la mano. En tan grande peligro mostraba, además de gran destreza en el manejo de un barco, una fuerza física extraordinaria y mucho humor en la mente. La Zarina fue colocada sobre los bancales elevados dentro de la cabina, que estaba inundada de agua, las olas batiendo contra el barco y una lluvia violenta cayendo desde el cielo y, en estas peligrosas condiciones, demostró gran resolución.


Todos nos volvimos sobrios con el solo pensamiento de lo próxima que teníamos la muerte, lo que nos obligó a arrepentirnos de nuestros pecados, a pensar en el cielo y, en definitiva, a prepararnos para el fatal desenlace, sin más consuelo que el de morir en tan noble compañía. El Zar decidió que cuatro boyardos (nobles) de su séquito y los sirvientes fueran lanzados al agua en salvavidas, pues era menester aliviar el peso. Nuestra gabarra, que estaba sólidamente construida y provista de buenos marineros, después de siete horas girando a barlovento, arribó por fin al puerto de Kronstadt. Allí el Zar nos dejó con estas palabras: "Buenas noches, caballeros, la broma ha ido demasiado lejos". 


Al día siguiente cayó preso de una fiebre alta.
Nosotros, por nuestra parte, completamente mojados después de tantas horas en medio del agua, buscamos alojamiento en la isla, pero siendo incapaces de encontrar ni ropa ni cama, nuestro equipaje perdido en algún lugar del mar, hicimos un fuego, nos desnudamos y envolvimos nuestros cuerpos en unas toscas mantas de trineo que obtuvimos de unos campesinos. En estas condiciones pasamos la noche, moralizando y reflexionando acerca de las miserias y las locuras de la vida humana. F.C. Webber, pp93-95




Continuará:






Bibliografía:



Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.



Merejkowshy, Dimitri: PEDRO I EL GRANDE.
Rústica editorial. 1910.

Imágenes procedentes de: wikipedia.org

jueves, 21 de junio de 2012

Pedro el Grande 4ª parte




Aunque el Zar Pedro no tiene mucho talento para relacionarse de forma personal con la gente, no tiene problemas para ejercer, de forma involuntaria, una gran fascinación sobre las masas. Algunas partes de su personalidad se parecen mucho a las de Iván el Terrible, quien, desde pequeño, se divertía tirando mascotas desde los altos de la torre del Kremlin. Le encantó presencia como su perro se devoraba vivo al príncipe Shuisky. De adulto, Iván decidió sacarle los ojos a los arquitectos de la catedral de San Basilio para que jamás volvieran a crear algo tan hermoso.



Crueldad para sus amantes:



Afortunadamente las atrocidades de Pedro no se acercan a la brutalidad de Iván, pero al igual que él, Pedro suele emplear violencia súbita y sin justificar.
En el año 1703, al sospechar que su amante, Anna Mons, se había acostado con el embajador sueco, la encarcela con treinta de sus amigos, les arrebata todas las mansiones y terrenos en Moscú, que les había regalado a finales de 1690 cuando iniciaron su relación él y Anna. La pobre mujer fallece el 15 de agosto de 1714, en Moscú.



Anna Mons



A Pedro también le gusta derramar sangre, presenciar torturas  y ejecuciones, haciendo decapitar a otra de sus amantes, la condesa María Hamilton, acusada de infanticidio (aunque en aquella época era una falta menor en Rusia) además de abortar en 1715, tuvo un parto en 1717 y ahogó al recién nacido, también se le acusó de robar algunos objetos a la Zarina. 
El 14 de marzo de 1719 el Zar no sólo asiste a su ejecución, también besa a su ex-amante al pie del cadalso y le ordena que rece en señal de arrepentimiento por su conducta pecaminosa.
Cuando María es ejecutada y su cabeza rueda, Pedro la coge de la cabellera y con toda tranquilidad, explica a los espectadores los órganos que habían sido cortados con la espada*. Después besa el rostro, se santigua y deja caer la cabeza al suelo, ordenando que la metan en formol porque desea ponerla en su colección particular. La cabeza permaneció en la academia de las ciencias de Rusia hasta la llegada del reinado de Catalina la Grande, después, la cabeza fue retirada, no se sabe de su paradero.

* En la antigüedad la forma tradicional de las ejecuciones por decapitación eran las hachas, sólo en casos excepcionales, se dice que por muestras de afecto, se utilizaba la espada. Este "privilegio" también se lo otorgó Enrique VIII a Ana Bolena.




Representación de María Hamilton esperando su ejecución



Modales del Zar:


Durante su famoso viaje a los países europeos, Pedro podía mostrar una extremada educación y una sorprendente grosería a partes iguales.

La cuñada de Luis XIV, mi querida Liselotte, que antaño tanto idolatraba al Zar y así lo mostraba en sus cartas refiriéndose a él como "Mi héroe", cambia inmediatamente de opinión cuando ve la siguiente escena que describe en otra de sus miles de cartas de cartas, a un pariente suyo:


Saint Cloud, 23, noviembre 1721.
La última hazaña del Zar me recuerda a una comedia italiana en la que el Arlequín simula ser un príncipe en na audiencia. En un momento dado, el Arlequín salta sobre el embajador haciéndole caer sobre una pila de gente. Esto es justamente lo que hizo el Zar. Cuando su embajador imperial llegó, el Zar estaba sentado majestuosamente en un trono de plata tras una mesa dorada.
Al término de la audiencia, justo cuando el embajador estaba alcanzando la puerta de salida, el Zar saltó por encima de la mesa dorada y se precipitó sobre el embajador, dándole un susto de muerte. A eso es a lo que yo llamo "arlequinada". Es realmente triste que este monarca se dé a tales rarezas, puesto que tiene buenas cualidades. En mi opinión, ha caído muy bajo.        E.C. Duchesse d'Orleans, pp.271-272.


A lo anterior podemos sumarle otras "proezas" que corren como la pólvora por toda la alta sociedad, por ejemplo, se dice que Pedro ha abandonado de forma repentina una iglesia para asistir a una orgía. Cuando el maestro de ceremonias del elector de Brandeburgo se presenta para recibir sus órdenes, el Zar le arranca la peluca, le elige una mujer y le obliga a "beneficiársela" allí mismo, en presencia de muchas personas que permanecen mudas de la impresión.

Al día siguiente de este hecho, y ante la presencia de una dama que va a cruzar la calle, el Zar la manda detener, Pedro se acerca a ella y le arranca el reloj que lleva colgado del cuello, se lleva su botín sin decir absolutamente nada, quedando la mujer atónita.

La presencia de mujeres hermosas provoca en el Zar un comportamiento "curioso". En presencia de la electora de Sajonia (de la cual dicen que fue una de las mujeres más hermosas y espirituales de la época) Pedro se comporta peor que un camorrista. 
En la comida que le sirven en presencia de tan bella mujer, el Zar no utiliza la servilleta y se limpia los churretones grasientos con la manga de la casaca, maneja el cuchillo de forma violenta, eructa, se ventosea, y como guinda de la velada, obliga a todo el mundo a permanecer cuatro horas en la mesa para seguir bebiendo.
Se dice que el uso temerario del cuchillo en las comidas del Zar es habitual, y no porque el Pedro no sepa usar el cuchillo correctamente, sino porque le encanta ver las caras de terror de los asistentes que le miran.

En uno de esos tensos momentos con el cuchillo, la reina de Prusia Sofía Carlota de Hannover, quería levantarse de la mesa, pero temía por su integridad física,  el Zar se percata y le coge fuertemente del brazo, a lo que ella suelta un grito de dolor. La Zarina no tiene los huesos tan delicados, comenta Pedro de forma jocosa sin pedir ninguna disculpa.



Sofia Carlota de Hannover


Las borracheras de Pedro además de ser peligrosas para los asistentes, lo son para el mobiliario, pues lugar por donde pasa, lugar que arrasa. 
El escritor inglés John Eveleyn lo descubrió él mismo, con buena fe alquiló al Zar y su séquito una elegante mansión. Tres meses más tarde se la encontró con todos los cristales rotos, los cuadros rajados y los muebles pasto de las llamas en las chimeneas, las camas, almohadas y colchones estaban destrozados. El jardín que era su joya mas preciada, es ahora una especie de pantano de barro. Los vecinos contaban a Evelyn que cuando el Zar estaba completamente borracho, le gustaba que le llevasen a pasear por el jardín en carretillo.





Continuará:






Bibliografía:



Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.



Merejkowshy, Dimitri: PEDRO I EL GRANDE.
Rústica editorial. 1910.

Imágenes procedentes de: wikipedia.org

jueves, 14 de junio de 2012

Pedro el Grande 3ª parte





La pasión por el Zar y la medicina es desmesurada, todas las personas de su alrededor deben compartirla..de lo contrario pueden suceder cosas como estas:

Durante una clase de anatomía en Holanda, el Zar escucha una arcada de algún asistente cercano en el momento de la disección de un cadáver. Pedro, furioso, obliga a los rusos que están allí a acercarse al cuerpo sin vida y darle un mordisco...

En cuestión de medicina  Pedro le encanta la teoría, pero lo que de verdad le apasionan son las "prácticas". En su Academia de Ciencias, a parte de colecciones que él mismo compra, muestra decenas de dientes sanos que ha arrancado con sus propias manos.
El Zar también muestra con gran orgullo otras adquisiciones por las que siente gran fascinación, penes, lenguas, cadáveres de bebés deformes, el esqueleto de un gigante, múltiples cuerpos de enanos, todos ellos en grandes frascos de formol. Pedro pide que le envíen cualquiera de estos objetos desde cualquier rincón del mundo.

Cuando Pedro viaja, normalmente lo hace de incógnito, ya que le gusta aprender todo lo posible pasando desapercibido, cuando esto no es posible y algún hombre le sigue, lo disuade a bofetadas.






La otra cara de Pedro:




Como gobernante de su nación, Pedro tiene a sus espaldas buenas elecciones en política y cuida bien a su pueblo. En el terreno personal, la vida del Zar y su carácter le llevan cometer locuras grotescas.
Debido a las experiencias en su niñez y adolescencia, el carácter de Pedro, es, cuanto menos, inestable. Él no puede controlarlo, está fuera de su voluntad.


Cuando asciende al trono, sus problemas emocionales no mejoran. A la hora de irse a dormir, jamás puede hacerlo sólo, sin alguien a su lado sufre crisis de pánico. Si no encuentra una mujer duerma con él, elige a un sirviente, oficial...no hay ninguna distinción. Debido a esta angustia por no poder dormir sin compañía, hace creer a muchos que el Zar es homosexual (y como sabemos, no lo fue).

Los cambios de carácter de Pedro son muy marcados, por ejemplo, le da pánico el agua, su gran voluntad hace que en poco tiempo nade en mar abierto. Ya no quiere dormir en tierra, sólo los barcos le dan seguridad ahora.
Otro de sus miedos son los insectos, en especial los escarabajos negros.


La violencia jamás desaparece de su vida, abofetea a nobles y oficiales por minucias. Sus admiradores, en la calle, son obsequiados con fuertes puñetazos si osan acercarse demasiado, da igual su edad.
Y como no, si a alguien de su alrededor no le gusta algo, como decimos ahora "le da dos tazas". En una de sus fastuosas fiestas, el almirante Golovine (uno de sus predilectos) no quería tomar ensalada por llevar vinagre, Pedro le obligó a beber una jarra entera de esa sustancia.
También obliga a mujeres a beber aguardiente si sabe que no les gusta.




Los desmanes de Pedro le enemistan rápidamente contra los boyardos, sirvientes y nobles, precipitando el odio de los patriarcas de la Iglesia radical ortodoxa. El Zar se opone a sus costumbres ancestrales, intentando occidentalizar a todo el que puede.
Por eso es tildado de "Anticristo", por su parte, Pedro se entretiene organizando parodias crueles de religión, obligando a participar a toda su corte, esto sólo provoca más la ira del clero.








El reinado del Zar está en paralelo con el conflicto sangriento de una Iglesia vetusta que no se deja modificar y que posee gran poder en el pueblo.
Pedro se mofa de ellos en parodiadas ceremonias, usando enanos y personas con deformidades para que hagan el papel de sacerdotes. El papel de fieles lo realizan hombres desnudos que corren tras prostitutas en cueros, todo esto acompañado de grandes cantidades de Vodka.

La gran tolerancia del Zar con el alcohol es criticada por varios visitantes. 
Podemos leer a continuación el relato del embajador holandés en San Petersburgo:


Junio de 1715, habiendo llegado por fin a Cronstot (Kronstdat), fuimos invitados a Peterhof, la casa de recreo del Zar, situada en la costa de Ingria, donde arribamos con buen viento y donde fuimos agasajados con el entretenimiento habitual de aquel lugar: a la hora de la cena estábamos tan a merced del vino de Tockay, del que su Majestad también bebió más de la cuenta, que apenas podíamos levantarnos del asiento, a pesar de lo cual todavía se nos obligó a vaciar nuevas copas que contenían licor hasta el borde, servido directamente por la mano de la Zarina, lo que nos hizo perder definitivamente los sentidos. En ese estado nos arrastramos a dormir, algunos en el jardín, otros en el bosque y el resto directamente en el suelo.
A las cuatro de la tarde fuimos despertados y conducidos de nuevo a la casa de recreo, donde el Zar nos entregó un hacha a cada uno y la orden de seguirlo. Nos llevó a un bosque con árboles robustos, en él trazó un camino de cien pasos de largo que caía directamente al mar y que debíamos abrir mediante la tala de árboles. El Zar comenzó a trabajar con ansia, y aunque nosotros, que éramos siete tras Su Majestad, encontrábamos extraño que aquel trabajo rudo y mal pagado fuese acometido por personas que todavía no habían recobrado del todo los sentidos, sin embargo seguimos valientemente al Zar y talamos tras él, hasta que tres horas más tarde se nos volatilizaron la mayoría de los vapores del alcohol.
Ninguno recibió daño alguno, salvo uno de los ministros, quien cortó un árbol con tal furia que se le terminó cayendo encima, produciéndole bastantes heridas. El Zar, una vez nos agradeció nuestras penas y dolores, nos premió con una cena en la que recibimos otra dosis de licor que nos condujo inconscientes a la cama. Pero sólo habíamos dormido una hora y media cuando una cierta favorita del Zar recibió la orden de despertarnos y llevarnos, lo quisiéramos o no, a los aposentos del príncipe de Circasia, que estaba en la cama con su consorte, donde de nuevo se nos obligó a tomar vino y licor hasta las cuatro de la madrugada. 
Al día siguiente ninguno de nosotros recordaba cómo se las había arreglado para regresar a su lecho.
A las ocho de la mañana se nos despertó de nuevo para desayunar, pero en lugar de café o té, que era lo que esperábamos, nos dieron la bienvenida con enormes tazas de brandy, después de lo cual nos mandaron tomar el aire en lo alto de una colina próxima al palacio. Tras un paseo de una hora por los bosques, y tras habernos refrescado con agua muy fría, retornamos a la cuarta ceremonia de bebidas durante la comida






Continuará:






Bibliografía:



Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.


Merejkowshy, Dimitri: PEDRO I EL GRANDE.
Rústica editorial. 1910.

Imágenes procedentes de: wikipedia.org