sábado, 27 de agosto de 2011

Rasputín y los Romanov 9º Parte












En el año 1913, para celebrar otro centenario de la familia Romanov, la catedral de Kazán está lista para ofrecer un "Te Deum" glorioso con la familia imperial, todos al completo. No quedaba un solo asiento libre. El presidente del protocolo recibe, asombrado, una notificación de que un enorme y extraño campesino se ha instalado en uno de los principales asientos y no tiene la más mínima intención de moverse de allí.


El responsable de protocolo y presidente de la Duma (Parlamento ruso), va corriendo al lugar y descubre que se trata nada menos que de Rasputín. Lo que ocurre a continuación es relatado con detalle por el encolerizado presidente de la Duma.

-¿Qué estás haciendo aquí?- pregunta de forma inquisidora.

-¿A ti que te importa?- responde Rasputín, insolente pero indignado.

-Si vuelves a dirigirte a mí en ese tono, te agarraré de la barba y te arrastraré hasta la puerta de la catedral. ¿Acaso no sabes que soy el presidente de la Duma?

Según agrega el hombre, Rasputín en lugar de amedrentarse, no se echa atrás y trata de hipnotizarle con su particular y profunda mirada. El presidente de la Duma le sostiene la mirada, y desafiante, le planta cara. Rasputín pregunta de forma tranquila.

-¿Qué quieres de mí?

-¡Lárgate de aquí, vil hereje! ¡No hay lugar para ti en esta casa sagrada!

-Estoy aquí porque me han invitado personas más importantes que tú- Muestra una invitación hecha y escrita a mano por la Zarina, pero el presidente ni la mira.

-¡Eres un fanfarrón y un mentiroso! Nadie te cree ya. Lárgate, éste no es un sitio para ti.


Inmediatamente Grigori se arrodilla en el suelo y empieza a rezar. El presidente le pega una fuerte patada en el estómago gritando: ¡Basta ya de teatro! ¡Si no te largas ahora mismo llamaré a la guardia!
Rasputín grita: ¡Oh señor, perdónale por que no sabe lo que hace!, después se encamina despacio hacia la salida de la catedral y se esfuma.







Intentos de asesinato:



En los últimos años de su vida, Rasputín sufrió varios intentos de asesinato, según cuentan a manos de Iliodor, que era a su vez aconsejado por el gobierno ruso (en especial por el ministro de interior Hvostov), de forma que las investigaciones sobre los asesinatos nunca eran resueltas.





Iliodor


Un agente de Hvostov (ministro del interior) se encontraba sentado a la mesa de al lado y cuando Rasputín se quedó dormido un momento, depositó una cucharadita de polvos blancos en su bebida. Era un antiguo remedio de los letones para los dolores de espalda que contenía ácido tártaro, fue éste el que enfermó tanto a Rasputín la noche que lo mandaron llamar a la cama del Zarévich.

Hvostov comenzó a sospechar de sus dos compañeros en la conspiración. Decidió que Iliodor sería probablemente un mejor y más discreto asesino e inició una correspondencia secreta con el ex-sacerdote, que vivía, por entonces, repudiado en Finlandia.

Hvostov ofreció a Iliodor fondos ilimitados para organizar todos los intentos necesarios hasta conseguir su objetivo de acabar con Grigori y le envió a un antiguo ladrón llamado Rezhetski junto con el primer pago.
En la frontera con Finlandia, los oficiales inspeccionaron el equipaje de Rezhetski se sorprendieron al encontrar tan cuantiosa cantidad de dinero. Enviaron un telegrama a la policía de San Petersburgo y se enteraron por el historial de Rezhetskide que había estado en la cárcel y sus antecedentes no eran precisamente limpios. La policía de San Petersburgo llamó a Beletski (un policía corrupto), que adivinó adónde iba Rezhetski y por qué llevaba tanto dinero.

Ordenó que lo arrestaran y lo devolvieran a San Petersburgo. Entonces fue a ver a Hvostov y le dijo, con expresión inocente, que acababa de atrapar a Rezhetski, que trataba de huir con la caja para gastos menores. Hvostov se enfureció pero nada pudo hacer.

Beletski y Rasputín pasaron la velada riendo y bebiendo. Fue en ese momento que Beletski provocó su propia caída por un descuido. Estaba harto del departamento de policía y de trabajar bajo las órdenes de Hvostov; Rasputín susurró unas palabras en el oído del zar y Beletski fue nombrado gobernador de Siberia. Antes de marcharse para tomar el cargo, otorgó una entrevista a un periódico de San Petersburgo, en la que habló abiertamente de las conspiraciones para terminar con la vida de Rasputín.




Iliodor decide contactar con una prostituta que antaño fue discípula de Rasputín, y según ella, una amante maltratada. La prostitución provoca que Jina Gusseva (también escrito Chionya Guseva) sufra una sífilis que la deja con la cara completamente desfigurada. La mujer recibe la orden de asesinato y un cuchillo del propio Iliodor con una frase: "Con este cuchillo mata a Grigori".



El 28 de junio de 1914 en Pokrovskoé, el pueblo natal de Rasputín. Aquel día los aldeanos trataban de detenerlo para charla, Grigori explicaba que tenía que apresurarse para enviar un telegrama.
Cerca del correo, se detuvo cuando una mujer coja se arrastró hacia él, con la mano izquierda levemente alzada. Rasputín buscó una moneda en el bolsillo. En ese momento, la mujer sacó la otra mano de debajo del chal y se abalanzó contra él. Le clavó el cuchillo en el abdomen con gran fuerza y luego lo empujó hacia arriba.
La sangre brotaba a chorros, manchando la ropa de Rasputín, que se dio la vuelta para correr. La mujer se lanza de nuevo sobre él, tratando de clavarle el cuchillo en la espalda. Rasputín cogió un pedazo de madera que había en el río y la golpeó en la cabeza. La mujer cae al suelo y trata de escapar, a gatas como buenamente puede.

Los aldeanos que pasaban por allí se habían dado cuenta de lo que ocurría, varios la cogieron y la arrastraron a la comisaría. Rasputín regresó tambaleándose a su casa, con la sangre cubierto de sangre, conteniendo levemente la gran hemorragia.

Lo acuestan en la mesa de la cocina y le retiran el pantalón. A través de la larga herida, sus intestinos sobresalen de su cuerpo como globos. Prascovia, la mujer de Rasputín y Dunia, la sirvienta, le limpiaron la herida.

En ese inoportuno y tenso momento llamó a la puerta un reportero, Davidsohn, que explicó que había oído hablar del ataque y quería informar de ello en su periódico. Cuando trató de mirar por encima del hombro de María la hija de Rasputín, ésta se sobrecogió al adivinar algo horrible. Ese hombre fue uno de los responsables detrás del atentado contra la vida de su padre. Iracunda, lo empujó y le cerró la puerta en las narices. 






 Rasputín, una de sus seguidoras, y su hija María



Más tarde ese mismo día, llegó la policía. Gusseva fue detenida. Se supo que llevaba varios días alojada en la aldea. Unas cartas que encontraron en su posesión revelaron que era una discípula de Iliodor y además que el cuchillo que utilizó pertenecía al sacerdote que había tenido que colgar sus hábitos por culpa de Grigori.



Iliodor supo de que su intento había resultado infructuoso y decidió probar otra forma de acabar con su antiguo amigo, que ahora odiaba con todo su ser.



Otro intento de acabar con la vida de Rasputín sucedió el 16 enero de 1915, al día siguiente del terrible accidente sufrido por Anna Vyrubov.

Rasputín caminaba por una de las calles terriblemente nevadas de la avenida Kammeno-Ostroski, cuando escuchó los pasos de un caballo que se acercaba; la desconfianza le obligó a volverse y saltó de forma precipitada.

El trineo lo golpeó y lo tiró violentamente al suelo. Los policías que lo seguían siempre (por orden del gobierno) corrieron y uno de ellos logró agarrar la rienda del caballo. Rasputín estaba atontado y una herida en la cabeza le sangraba en abundancia. Se sentó, aturdido, y vio cómo los policías detenían a los tres hombres del trineo.

Más tarde, ese día, un policía en la puerta de su casa le explicó que los hombres reconocieron haber llegado de Zaritsyn, el antiguo "baluarte" de Iliodor.
La acusación de intento de asesinato contra Rasputín se abandonó discretamente. Dzhunkovski, el jefe de la policía, odiaba a Rasputín y había jurado, como muchos otros, conseguir su caída.

La madre del Zar, la hermana de la Zarina, los oficiales del ejército, políticos y miembros del santo Sínodo lamentan la recuperación de Rasputín de cada intento de asesinato al que sobrevive. Y es que muchos creen que la única manera de terminar con las influencias de Grigori es terminando con su vida.




Continuará…




Bibliografía:




Colin Wilson: El mago de Siberia.
Editorial Planeta, S.A... 1990.




Alejandra Vallejo-Nágera: Locos de la historia.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.




Imágenes procedentes de: wikipedia.org

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