Los ritos purificadores de Rasputín
Grigori Rasputín
Rasputín sigue consiguiendo información de la familia imperial sin dificultad cuando se marcha del lado de Teofán para mudarse con Lojtin, un ingeniero muy creyente del misticismo, tiene de responsabilidad el mantenimiento de los caminos de Tsárskoie Seló (o Zarkoé Selo, que viene a significar "la aldea del Zar" donde más tiempo pasan al año sus majestades imperiales).
Lojtin presta atención a todos los rumores e información que escucha en palacio, y éste, gustoso, se los cuenta inmediatamente a Grigori, así Rasputín se entera de cosas como las costumbres de los zares, sus preocupaciones y descubre también los detalles y consecuencias de la enfermedad del heredero.
La anfitriona de Grigori, Olga Lojtina, tiene una espléndida fama, su belleza y conversación son solicitadas en todas las reuniones, meriendas, fiestas y salones, la nobleza prácticamente compite por invitarla.
La señora Olga por lo general es culta, inteligente, de buenos modales, pero cuando está en su casa suelen darle ataques de histeria y sufre brotes neuróticos en los que su marido no logra ni puede ayudarla.
Rasputín no tarda nada en echarle el ojo a aquella mujer, y al día siguiente de llegar a su casa ya está a su merced, mediante la hipnosis de sus profundos ojos azules. El ritual que usa para curar a ésta mujer, se dice que lo aprendió en la secta "jlystý" que mencionamos en el primer capítulo, dichos actos supuestamente empezó cometiéndolos en el sótano de su casa en Pokrovskoé, y que éste es uno de los motivos por los que cada vez pasaba menos tiempo ahí, estos son sólo rumores ya que no hay pruebas, pero sí que hay testigos de sus muchos "rituales" en San Petersburgo y Tsárskoie Seló. La frase que solía utilizar era "¡Peca conmigo, hermana mía, goza del placer de tus sentidos conmigo, que soy la encarnación divina y mi contacto te purificará!" Después las relaciones íntimas, se decía, eran de lo más llamativas y escandalosas, según la pecadora.
El caso es que a la señora Lojtina todo lo entusiasma y los remedios de Rasputín le parecen "mano de santo".
Tanto le entusiasma a Olga Grigori, que todos se quedan asombrados al ver como abandona a su marido e hija para seguir al campesino allá donde va. Para agradecerle "sus curas" Olga educa a Rasputín enseñándole a leer, escribir, y comportarse en la mesa.
En 1911, un periodista que se interesa por Rasputín, acude a su casa sin avisar. La escena que descubre le deja atónito y años después la sigue recordando con total claridad y detalle:
Le vi (a Grigori) tras el biombo que separaba su cama del resto de la habitación. Estaba golpeando salvajemente a la señora Lojtina, que llevaba puesto un fantástico salto de cama consistente en un vestido blanco con pequeños lazos colgando. Ella sujetaba su miembro mientras gritaba: "¡Eres Dios!".
Me abalancé sobre él, "¡Qué estás haciendo! ¡Estás pegando a una mujer!".
Y Rasputín respondió: "No quiere dejarme en paz, la zorra, y exige pecado". Y Lojtina, escondiéndose tras el biombo, gemía: "¡Soy tu oveja y tú eres Cristo!".
Los periódicos de San Petersburgo no tardan en publicarlo y Olga pasa de la cima al olvido, recorre las calles vestida con harapos, pidiendo limosna, también Rasputín se ha olvidado de ella.
Pero Olga no es la única, ya que a muchas nobles del lugar les vuelven locas los métodos del campesino.
Grigori escribe a su antiguo amigo Iliodor para que difunda las confidencias y aumente su fama sexual. Las medidas sobre el miembro de Rasputín están en boca de la mayoría de las mujeres de San Petersburgo y se le atribuyen medidas astronómicas (esta parte de su cuerpo es la única que se conserva actualmente, y como se puede apreciar, las medidas no eran rumores, se trataba de información real).
Las afirmaciones de Rasputín en medio de sus "ritos purificadores" son cuanto menos curiosas, aquí un ejemplo:
"Cuanto más hondo te sumerjas más cerca estarás de Dios. Afirmó Rasputín. ¿A que no sabes para qué tienen los hombres corazón? ¿Y sabes dónde tienen el espíritu? ¿Acaso crees que es aquí? dijo señalándose el corazón. ¡Pues nada de eso! Se bajó el pantalón rápidamente y exclamó: ¿A que lo comprendes ahora?”
Rasputín con sus discípulas
Llega un punto en el que hasta los maridos de las mujeres se sienten honorables de que el monje retoce con sus esposas, una de sus discípulas es preguntaba si estaría dispuesta a hacer "concesiones" con Rasputín, ella responde inmediatamente muy segura:
- Por supuesto. Ya he sido suya y me siento llena de orgullo y felicidad por ello.
- Sin embargo usted está casada. ¿Qué dice su marido al respecto?
- Lo considera un gran honor. Si Rasputín desea a una mujer, todos pensamos que es una bendición de Dios y una distinción, tanto nuestros maridos como nosotras.
El dominio de Rasputín sobre las mentes y su capacidad de convicción es absoluto, nadie lo pone en duda.
Con el tiempo, Grigori consigue medios económicos, ya que todos le idolatran, dicen que muchas veces rechaza las recompensas económicas, y que se queda lo justo para vivir, así que sustituye el roído blusón por uno de seda, y las botas son del mejor cuero hechas a medida, pero el cabello, higiene y modales no varían ni un ápice, pues sabe que eso es un imán.
Influencias en las cercanías imperiales:
Prácticamente desde el principio, Rasputín se gana la confianza de los zares, pero una serie de acontecimientos hace que éstos confíen ciegamente en él. Comenzamos por la influencia de Anna Virubova-Taneeva o Vyrubov, varía según el libro. Es una joven muy cercana a la emperatriz para envidia de muchos.
Hija del ministro Taneef, jefe del gabinete privado del Imperio, nieta del general Tolstoi, edecán de Alejandro II, biznieta del mariscal Kutuzov.
Anna Vyrubov en su juventud
Se crió en un ambiente modesto y no pensó nunca en el dinero o posesiones materiales. Su padre también era compositor de bastante talento, le había trasmitido unas dotes filarmónicas que desarrollaron al ser cultivadas por una educación musical precoz. Conoció a Tchaikovski desde niña y se convirtió en una seguidora muy asidua a sus conciertos.
Al cumplir 17 años es presentada a la emperatriz María Feodorovna (madre de Nicolás II) en el palacio de Peterhof y alcanzó bastante éxito en sociedad. La mala suerte se apoderó de ella y en muy poco tiempo sufrió varias enfermedades; tifus, pulmonía, cistitis, meningitis, otitis y parálisis de la lengua, lo que la llevó a no terminar de madurar y siempre guardó en el fondo un toque infantil.
Anna decía que se curó por un vaso de agua bendita que el padre Juan de Cronstadt derramó sobre su cara.
A partir de ahí su afición a lo santo, milagros y prodigios la convirtió en la persona que verdaderamente acercaría a Rasputín hacia Alejandra y la convencería en muchas decisiones. En 1903 se recuperó y volvió a la corte, y en febrero de 1905 fue elegida por la princesa Galitzine como dama de compañía de la zarina para sustituir a la princesa Orbeliani, de la cual se sospechaba que era amante del zar.
Se dice también que era tan inocente que rozaba la tontería. Pero lo que realmente le abre las puertas del corazón de la zarina es su sinceridad y fidelidad incondicional. Esto le encanta al zar y tranquiliza a Alejandra.
Su comportamiento roza lo bobalicón hasta el punto que a veces se queda dormida cuando toman el té, y a punto está de caer de su butaca lo que da lugar a decenas de bromas que le gastan el zar y sus hijas, siempre con afecto y cariño.
Continuará...
Gilbert Maire: El asesinato de Rasputín
Ediciones Urbión, S.A. diciembre 1983.
La Esfera de los Libros, S.L. 2007.
Imágenes procedentes de: wikipedia.org
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