jueves, 24 de marzo de 2011

Erzsébet Báthory 3ª Parte



Hola a tod@s otra semana más. Muchas gracias por visitar este blog dedicado a las curios@s de la historia.

Seguimos con la vida de Erzsébet Báthory, he terminado de repasar los tres libros que tengo sobre ella, aún me queda mucho por escribir, si bien normalmente detallo lo mejor que puedo a todos los personajes, esta merece una atención especial, muchísima información, toda ella aterradora e interesante.

Esta semana el texto es especialmente explícito y cruel en algunas partes.




Matrimonio:



Como comentamos la semana anterior, durante un tiempo Erzsébet Báthory estuvo sometida a una gran presión, constantemente la recordaban su deber de parir hijos cuanto antes mejor. Su suegra murió y no vio ninguna criatura, fue diez años después de casarse, a los 25 años. Se cree que durante todo ese tiempo, la Condesa evitó tener hijos, pero su marido logró convencerla.

En esos diez años de espera, la Condesa viajó a Viena y en algunas de las casas donde estuvo, más concretamente en los sótanos, debió coger ideas, como la doncella de hierro, para sus macabras torturas años más adelante. Uno de los lugares donde se alojaba, era la casa de Blutgasse. Existe también, un castillo en la frontera austrohúngara, en Forchtenstein. Cuando volvía Erzsébet de Viena, se detenía a veces, para una visita o un banquete en aquel antiguo castillo. No hay muchos muebles pero aún se conservan retratos, por un lado están los de la familia Nádasdy, entre ellos están Ferencz, sus padres Tomás y Orsolya Nádasdy (os mostré el retrato la semana pasada) y hay una dama que viste como Erzsébet pero que no se trata de ella, se piensa que puede ser la hermana de Ferencz, Kata Nádasdy (la misma forma de vestir se debe a que ambas fueron educadas por Orsolya, muy autoritaria en cuanto a apariencias, costumbres y modales) o incluso la mayor de sus hijas, Anna, pues a veces el cuadro va acompañado de este nombre.


Retratos Nádasdy:


Tomás Nádasdy, padre de Ferencz




Ferencz II Nádasdy, esposo de Erzsébet Báthory







    En   1652, detalle del rostro

En 1656
Ferencz Nádasdy III 1625-1671, nieto de Erzsébet, hijo de Pál Nádasdy.



                                                                          
                                                             
Esposa de Ferencz Nádasdy III, Anna Juliana de Esterházy,  retrato de 1656


En otra sala, reservada a los palatinos, se encuentran los variados retratos de la familia Báthory.

Ahí están los cuadros de: István, Segismundo con barba y sin ella, György Thurzó (palatino, primo político de Erzsébet, supuestamente tuvieron un escarceo), su mujer Erzsébet Czóbor; Gábor (Gabriel) Báthory (que había estado con Erzsébet también) le apodaban "El Nerón de los Siebenburgen". En un rincón está el cuadro pintado deprisa y corriendo, con la nariz mal acabada de Erzsébet Báthory, a la edad de 25 años, acaba de parir a Anna.

Retratos Báthory: 



György Thurzó, primo de Erzsébet

 

Gábor Báthory, primo de Erzsébet



Erzsébet Báthory con 25 primaveras




Cuando Erzsébet tuvo su primera hija en 1585, le pusieron el nombre de su abuela materna, Anna Báthory. En los nueve años siguientes, vinieron al mundo otras dos niñas llamadas  Orsolya, entre los años 89 y 92 aproximadamente, (llamada así como su abuela paterna) y Katerine (Catalina) Nádasdy en el año 1594, en honor a la hermana de Ferencz, por último, nació el ansiado varón, Pál (Pablo), en 1597 no se sabe si su nombre hacía honor a algún familiar.

Erzsébet como madre, se encargó únicamente de asegurar un buen porvenir a sus hijos, concertándoles matrimonios muy convenientes para su apellido, pero todos fueron educados por tutores y no vivieron mucho tiempo en el mismo sitio que su madre. Se dice que Erzsébet incluso tenía envidia de la belleza y juventud de sus hijas. También de las sirvientas, frecuentemente les espetaba que todas la tenían envidia, cuando en realidad era al contrario.

Cuando llegaron al mundo sus hijas, llegaron también sus terribles secuaces protagonistas también de esta terrible historia. Jó Ilona, nodriza de los hijos de Erzsébet, de apariencia muy robusta,  era obesa con las mejillas coloradas y Dorottya Szentes, mujer muy alta, malvada, cruel, fuerte como una bestia de carga, con la dentadura podrida, decían que tenía cara de nuez, tremendamente arrugada, ambas venían de Sárvár. Dorottya conocida como Dorkó, había sido llamada para dirigir el servicio de la pequeña Anna Nádasdy en la época de sus esponsales con Miklós Zrinyi, hijo de una familia casi tan antigua e ilustre como los Báthory desde 1066. Cuando Anna se fue a vivir a casa de sus suegros como era costumbre, Dorkó no fue con ella, se quedó con la Condesa ya que fascinaba a  Erzsébet su crueldad y experiencia en brujería (las cartas que escribe a su marido con hechizos, se los enseña siempre Dorkó).



Castillo de Sárvár



Erzsébet y Ferencz eran personas afines, teniendo mucho en común y pasando poco tiempo juntos, se puede decir que su matrimonio fue feliz, aunque ambos tenían amantes y cuando estaban separados no había ningún reparo porque se les viera en público. Hay constancia de que Erzsébet se divertía voluptuosamente con un tal Jezorlavy Istók, relata uno de los empleados de la Condesa años más tarde, aquel amante se marchó cuando se dio cuenta de las extrañas costumbres de la Condesa, como añadir a sus relaciones carnales criadas, golpearlas, morderlas y hasta estrangularlas, cosa que el descubriría horrorizado, dejando atrás incluso sus pertenencias personales.

Existió también una mujer misteriosa, a la que nadie pudo dar un nombre, que venía a ver a Erzsébet disfrazada de muchacho. Una sirvienta había dicho a dos hombres, que sin querer, había sorprendido a la Condesa, sola con aquella desconocida, torturando a una muchacha cuyos brazos estaban fuertemente atados y tan cubiertos de sangre que ya no se veían. Aquella desconocida no era Jó Ilona Kochiská, pues todas las criadas la conocían bien. La mujer que visitaba a la Condesa por la noche, vestida de hombre, parecía pertenecer a la alta sociedad. Se la vio varias veces y sus visitas siempre eran por sorpresa. Estos encuentros de produjeron cuando Erzsébet contaba con cuarenta y cinco años.

Había constancia de más amantes por parte de Erzsébet. Primero fue aquel que la dejó embarazada con catorce años, luego, después de casada tuvo escarceos con sirvientas y con sus primos Gábor y Segismundo. En cuestión de otros amantes masculinos  según dicen, había campesino al que hizo ennoblecer por el propio Ferencz Nádasdy, con aquel campesino daba paseos con su caballo favorito, de color negro, llamado Visar, tan hermoso que le habían ofrecido varias aldeas por él, pero nunca aceptó.
Después a su lista llegó Ladislao Bende, noble pero poco viril, que desapareció misteriosamente. Después tuvo aquella breve aventura entre los dos matrimonios de Thurzó. El último amante conocido fue el mencionado Jezorlavy Istók, que también desapareció misteriosamente.


Aun así, se sabe que solo eran amantes puntuales debido a la separación por muchos meses a causa de la guerra. Ferencz enseña a su mujer como hacer despertar de crisis o desmayos a sus sirvientas, haciéndolo él cuando interroga a enemigos torturados, impregna de aceite un papel y préndelo entre los dedos de los pies, le comenta. A Erzsébet imaginación no le falta y decide ponerlo en práctica y en un futuro, hacer una desagradable variante (en lugar de ponerlo entre los dedos de los pies, pondrá el papel entre las piernas de las muchachas cuando se desmayen a causa de su agonía).

Su suegra enseñó a Erzsébet la costumbre de escribir cartas cuando su marido estuviera fuera, al igual que ella había hecho con Tomás Nádasdy antaño.

Aquí una de las cartas escritas por Erzsébet:

A mi muy querido esposo, Su Excelencia Nádasdy Ferencz. A él pertenece esta carta.

Esposo mío muy amado, te escribo para hablarte de nuestras hijas. Gracias a dios se encuentran bien. Pero a Osik (también la llamaban Orsika, se referie a Orsolya) le duelen los ojos y a Kato (Katalin) los dientes. Yo estoy bien pero me duele la cabeza y los ojos también.

Dios te guarde. Te escribo desde Sárvár en el mes de Santiago (8 de julio) de 1596. V. Penrose, p. 89.

Con este tipo de notas, notamos lo manipuladora que es Erzsébet, bajo un disfraz de mujer sumisa y resignada, no siempre es así, en ocasiones las cartas contienen hechizos de brujería, que fascinan a Erzsébet y a los que es muy aficionada:


Golpea con un palo blanco una gallina pequeña negra hasta matarla. Pon un poco de su sangre sobre el enemigo. Si no está al alcance, pon la sangre en alguna ropa que le pertenezca. Ya no podrá causar daño. V. Penrose, p. 89




¿Cuando Erzsébet comienza a tener ideas demenciales y a torturar?:



Lo cierto es que como ya sabéis, Erzsébet fue extremadamente cruel desde siempre, cosa que ella veía con una naturalidad pasmosa, ella por ser de la realeza creía tener todo el derecho a tratar a su alrededor como se le antojara. En cuanto a su belleza, Erzsébet necesita como el respirar, estar rodeada de doncellas que alimenten su ego y le repitan sin parar lo hermosa que es. Se pasaba muchas horas al día frente a un espejo que ella misma había diseñado, con reposabrazos para no cansarse por muchas horas que estuviera delante.

Se cree que a raíz de un suceso en el bosque Erzsébet comenzó a ir más allá con la brujería y a empezar a probar hechizos a base de torturar a inocentes para parar los signos de la vejez y hacerla marchar. En el bosque ocurrió lo siguiente:

Paseando a caballo, cuando volvía a su castillo, la Condesa estaba acompañada por uno de sus admiradores, ambos vieron en el camino a una vieja muy arrugada. Erzsébet con saña había preguntado a su pareja "¿Qué dirías si te obligara a besar a esta vieja?". Él respondió que sería horrible. La vieja llena de furia se fue corriendo mientras gritaba "¡Condesa, dentro de poco estarás como yo!".

Erzsébet se tomó muy enserio su amenaza, que interpretó como una maldición y quedó estremecida, decidida a pagar cualquier precio para alejar la fealdad y la vejez, se acerca peligrosamente a la cincuentena.

El 4 de enero de 1604, Ferencz Nádasdy después de dedicar la mayor parte de su vida a luchar en la guerra contra los turcos, de ser llamado "El Caballero Negro" por su agresividad y su espesa barba y ojos negros, murió en Csejthe, a causa de una larga enfermedad que nunca se identificó, tenía 49 años. Cientos de cirios ardieron durante muchos días alrededor de su ataúd, para dar tiempo a que llegaran todos sus parientes a compartir el banquete fúnebre. Erzsébet se mostró rígida, con la mirada fija ante los visitantes que le hacían reverencias en silencio, frente a ella. Ferencz murió sin sospechar lo que eran en realidad su mujer, el simplemente estaba orgulloso de estar con alguien tan hermosa y bien conservada, ya que muchas damas nobles más jóvenes que ella la envidiaban, seguramente los tratamientos blanqueantes venenosos habían ayudado a conservar su preciada belleza.

A partir de ahí todo se tornó aún más oscuro, una extraña bestia se apoderó de Erzsébet, su crueldad sobrepasó todos los límites conocidos anteriormente.




Castigos a las damas de compañía y sirvientas:




A continuación relataré algunos de los castigos que daba Erzsébet a sus jóvenes sirvientas cuando según ella  no hacían el trabajo como ella quería, también eran castigadas si Dorkó o Jó Ilona lo creían necesario.

No se sabe exactamente desde que año, pero la Condesa en sus viajes acostumbraba a llevar un maletín con todo tipo de instrumentos, agujas, atizadores, tenazas, para remediar el aburrimiento que siempre sentía en sus viejas, a costa de la vida de la sirvienta que tuviera más a mano.

Cuando estaba en el castillo y sus sirvientas le cosían los trajes, la peinaban o vestían, todas sin excepción tenían auténtico terror a las represalias de la Condesa. Si tenía un buen día el castigo no iba más allá de seguir con las tareas pero sin ropa y a vista de otros sirvientes que solo podían bajar la cabeza para no ver la terrible escena, como la sirvienta en este caso, solo sufría de humillación y vergüenza, puede darse por afortunada.

Si la Condesa tenía un mal día, buscaba faltas donde no las había, y los castigos iban desde clavar alfileres en partes sensibles del cuerpo, debajo de los dedos, abrir la boca a las sirvientas con los dedos hasta romper las comisuras...en una ocasión no le gustó el calzado que le pusieron, no le pareció cómodo, como castigo cogió una plancha al rojo vivo y la estampó sobre los pies descalzos de la sirvienta que la había importunado gritando: "¡Ahora tu también tienes unos bonitos zapatos con las suelas encarnadas!".
Las zonas donde atizaba la plancha a veces variaban, podían ser los pies, el pecho, la cara...

También le encantaba atar a un árbol a las muchachas que habían robado cualquier tontería, dejarlas al sol llenas de miel para que les picaran todo tipo de insectos y en ocasiones dejarlas de noche en el bosque para que fueran devoradas por los lobos.

A pesar de todo, para la época eran castigos "normales" en cuanto a crueldad, quizás no muy común el desnudar a las muchachas y hacerlas trabajar, pero debemos suponer que se debe al morbo y bisexualidad de la Condesa.




La llegada de Darvulia:




A raíz de la muerte de su marido, y de la maldición que según ella, le lanzó aquella horrible vieja, Erzsébet reclamó en su castillo a una "criatura" por llamarla de alguna manera, que siempre desde lejos, la había estado observando.

Nadie la conocía, era la "bruja del bosque". Bruja desde siempre, se dedicaba a echar a perder las cosechas. Su nombre era Anna pero no se sabe el por qué, había escogido que la llamaran Darvulia. Era muy vieja, irascible y despiadada, alguien verdaderamente aterrador.
Tras la llegaba al castillo de esta vieja bruja, no hubo más que llantos y discusiones.
Al principio hacían hechizos dibujando círculos en el suelo y haciendo brebajes de algunas plantas.
Sucedió algo que decidió el destino de centenares de jóvenes niñas.


Un día mientras peinaban a Erzsébet, no dejaron ambos lados de su peinado por igual, uno estaba ligeramente más ahuecado que el otro, esto a la Condesa le pareció una gran falta y propinó un fuerte bofetón a la sirvienta que la peinaba, con la mala fortuna de que la sangre de su nariz, además de salpicar su ropa, salpicó también su mano. El resto de sirvientas se dieron muchísimas prisa en limpiar la sangre, pero era tarde, a Erzsébet le pareció bien, que en la zona de su mano donde había caído la sangre, la piel se veía más blanca, joven y llena de vida, preguntó a Darvulia si eso podía ser. Esta naturalmente le contestó que había dado en el clavo y esa era la receta para hacer marchar la vejez y la muerte. A partir de ahí comenzó la cacería, las torturas y la realidad de pesadilla....





Continuará.....




Bibliografía:




Valentine Penrose: La Condesa Sangrienta.
Ediciones Siruela, S.A. 1987, 1996, 2008.


Alejandra Pizarnik: La Condesa Sangrienta.
Libros del Zorro Rojo, 2009.

Imágenes procedentes de: wikipedia.org


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